El reloj de la plaza.

Foto solo ilustrativa.
La plaza Sarandí, solitaria y coqueta
tenía un reloj enorme controlando en la esquina.
Por su lado pasaban, estudiantes y obreros,
y el amor encarnado en cientos de parejas
que apuraban el paso al mirar a la esfera
en las horas en que el tiempo no mostraba pereza.
Pero el reloj un día con agujas cansadas
se marchó de la plaza corrido por el hombre
y la ciudad entonces calló como si nada,
con un silencio cómplice, como el lugar que esconde
al reloj de la plaza que se quedó sin cuerda,
parado, sin más horas, vaya a saber en dónde.