La muerte de Rivera.

En la mañana del 13 de enero de 1854, falleció el Gral. Fructuoso Rivera en un rancho ubicado próximo al arroyo Conventos.
En recordación de esa efeméride el Museo Histórico “Casa de Rivera, publicó hoy en su Facebook el “Romance de Fructuoso Rivera” del escritor duraznense Pedro Montero López, en su versión original dada a conocer en “Medalla de Romances”, obra publicada en Durazno, en 1954.
Se acompaña con tres imágenes que formaron parte de la publicación “Fructuoso Rivera”, editada en Montevideo el 13 de enero de 1894: el Gral. Rivera en sus últimos momentos (obra de D. Hequet); la vivienda donde falleció y la conducción de sus restos hacia Montevideo (obra de G. Sommavilla).
Romance de Fructuoso Rivera
De reconditeces indias
y de ufanías gauderias,
el pago se está lamiendo
cuajarones de verbenas.
“Entre Ríos Yí y Negro”
– árbol, agua, cielo, hierba –
con el cirio de una lanza
galopa Frutos Rivera.
Rubias bolas de perdices
el silencio agujerean
y hasta los sauces sacuden
los ponchos de sus canseras.
De lo de Diego González
hasta Farruco, violenta,
está la Cuchilla Grande
erizándose de guerra.
-Aquí naide es más que naide,
sépanlo España y América!
y el desafío se cimbra
en un viento de leonera.
Y dándole alas al potro
un chiripá de tormenta,
con el cirio de una lanza
galopa Frutos Rivera.
La gloria tras él galopa
-el pecho núbil centella-
que Don Frutos la seduce
con frutos de hombría plena.
Y ella guárdale sus noches
con grillos de nazarenas
mientras le enjuga en la frente
un rocío de epopeya.
Desde el pincho de los cardos
el jazmín, nata de rejas,
su imagen como su hazaña
de pasión en pasión vuela.
Debajo de los intensos
mojinetes de las cejas,
son los ojos dos avispas
libadoras de conciencias.
Y en el rostro luminoso
de simpatía soberbia,
caudilla nariz define
el halcón de su belleza.
Baqueano de laureles,
churrinche de montoneras,
en un guitarrear de ahijados
bastonero de querencias.
Los trabucos cimarrones
lo miran de boca abierta;
se echan para atrás los sables
a reír sus ocurrencias.
Tiene la onza del sol
a mano de su largueza
y bebe en guampa de luna
jugo de todas las sendas.
Los zorros en él se inspiran
con picardías de seda
y los ñandúes abriendo
las flores de sus gambetas.
Y las chozas lo presienten
del fondo de sus ojeras,
arreglándose pulidas
las batas de madreselva.
Del Durazno y al Durazno
es el trillo que lo quema,
perseguido de suspiros
de Bernardina, la buena.
Del Durazno y al Durazno.
y por el Durazno sueña
en el gancho de una garza
colgar su tarde viajera…
Apenas arde la historia
en el fogón de sus mentas
ya le está cebando mate,
buena moza, la leyenda.
Que un mester de brujería
escandidor de proezas,
pone el cantar del Mio Frutos
en los labios de la tierra.
Al intruso en el Rincón
le tiró un pial de sorpresa
y en Guayabos, a la patria,
le dio un beso a media rienda.
Y después, para que nadie,
dudare de su grandeza,
se trajo de las Misiones
en ancas la Independencia!.
Y en el brillo de su escudo
acicalóse las trenzas,
novia de los orientales,
la Constitución primera.
Y por buscar libertad
en la provincia suprema,
el menguante de su espada
sobre Cerro Largo deja.
Y porque le hicieron guiños
infinitos las estrellas,
galopa que te galopa,
eterno, Frutos Rivera…!