Murió poeta y payador duraznense
A los 78 años de edad falleció hoy en Villa Rodríguez, Ángel Eduardo Moreno Tortora, poeta y payador nacido en Durazno.
Eduardo Moreno fue fundador del Festival de Durazno, integrando el Jurado junto a Aramis Arellano, con quien además en una de las noches tuvo payada de contrapunto.
Vivió por muchos años en Panamá (década de los 80 donde adquirió la nacionalidad panameña) donde dedicó gran parte de su vida al fútbol de aquel país como relator y periodista.
Tuvo programas en varias emisoras de radio como Radio Musical y RPC Radio. Igualmente tuvo particpación en prensa escrita, siendo editor de Deportes del diario Panamá América entre 1990 y 1995.
Sus conocimientos también lo llevaron a la televisión, donde tuvo su programa y participó en innumerables transmisiones nacionales e internacionales. También ejerció como jefe de prensa de la Anaprof (hoy LPF).
Luego de muchos años en Panamá, Moreno decidió retornar a su país de origen. El 7 de junio del año pasado y en el marco del partido amistoso que sostuvo la Selección de Panamá ante Uruguay en la ciudad de Montevideo, la Federación Panameña de Fútbol le rindió un homenaje al destacado periodista por su contribución al fútbol istmeño.
Eduardo con quien charlamos extensamente en el sepelio de Abel Soria, fue autor de numerosos poemas como “6 de enero” o “El Abuelo Nicolás”, algunos de los cuales fueron musicalizados y cantados por “Los Trovadores del Yi, como por ejemplo “Invernal”.
Estaba en plena tarea de recopilación de datos sobre los payadores uruguayos.
Siempre llevó a Durazno en su corazón aunque nunca regresó desde 1973.
Y lo escribió:
Cuando imaginario vuelo
inicia la fantasía,
sobre la melancolía
incurable y gris del cielo,
suele visitar mi anhelo
antiguas reminiscencias,
y recopilando ausencias
siento más cerca el solar,
primitivo y titular
sin émulos ni suplencias.
La patria es la tierra entera,
continente y universo.
Universal es el verso
como la terráquea esfera.
Sólo impone una frontera
instintiva el sentimiento,
erigiendo un monumento
que guarda –como un vigía—
la emotiva geografía
del lugar de nacimiento.
Cual la alfombra voladora
de cuentos persas o hindúes,
me acerca sauces y ombúes,
llano y sierra, fauna y flora;
al Yí viajero de otrora,
a mis ansias juveniles,
a los ímpetus febriles
que maduró la Guayreña,
y a la quietud ribereña
del Puerto de los Barriles.
Al azul Yí, en cuya orilla
agreste y primaveral,
una estela inaugural
fijó Delgado y Melilla.
Plaza Artigas, la Amarilla,
rumbo a las coplas fluviales
que canta el Yí, entre sauzales,
y que copió su caudal
en la guitarra oriental
de Telémaco Morales.
Te recuerdo, tierra mía
porque en mi niñez inquieta
soñaba con ser poeta
para cantarte algún dia.
Bajo tu amparo y tu guia
nacieron los versos míos,
en el sol de los estíos
que sangra tus horizontes,
en el verdor de tus montes
y en el azul de tus ríos.
Jamás he aspirado a tanto.
Nunca fui lingote de oro,
para que aplaudan a coro
los destellos de mi canto.
A Durazno nombro, en cuanto
lugar me dispensa abrigo.
No niego a extraño o amigo
dónde se inició mi vida,
y, aunque a ocasiones me olvida,
Durazno viaja conmigo.
¡Qué hermoso es vivir su calma!.
Decir ¡Cómo el mío, ninguno!,
llevando el pago con uno
en la geografía del alma.
Aunque un elogio, una palma,
gratifiquen mi carrera,
no hay emoción más sincera
que algún retorno imprevisto
a ese solar donde he visto
el mundo por vez primera.
Son tus prados, verdes tules,
y mi pago el propio pago,
de Reyles y De Santiago,
Silva Valdez y Regules.
Bajo tus cielos azules
viboreando como un lazo,
cuando el sol marcha al ocaso
muestra el Yí límpidos cauces,
y en reverencia los sauces
se inclinan ante su paso.
Durazno, cuando consuelo
ya no encuentre a mi penar,
si hay Dios le voy a rogar
que oriente un último vuelo,
hacia ese bendito suelo
–el de mi primer halago—
y en tanto el destino aciago
apague mi última estrella,
junto a mi madre, con ella,
quiero morir en mi pago.
Eduardo Moreno Tórtora.