El motivo era los 20 años de la designación con el nombre de “Weisman Sánchez Galarza” al Conjunto Municipal de Danzas, pero lo que se ofreció fue mucho más allá.

En la noche de este miércoles a Sala llena del Teatro Español, se disfrutó a pleno de un espectáculo de danzas, teatro y canciones, con hondo contenido lugareño.

Heber Souza fue “el abuelo” que charló con su pequeña nieta, manejando los recuerdos de los viejos tiempos de la ciudad, mientras actores del Pequeño Teatro representaban a a personajes que fueron haciendo la historia de Durazno.

Las danzas orientales en su gran mayoría, pero también de ritmos de los inmigrantes españoles e italianos, se fueron plasmando en el escenario, con la naturalidad que el momento ameritaba y un punto alto cuando la voz de Alejandra Tarigo surgió desde “el balcón” del palco superior.

Los aplausos fueron enormes como sinceros, porque el público comprobó que había trabajo y, sobre todo, corazón. Moverse al ritmo de la música, crear magia con el cuerpo, comunicarse con la esencia del universo y poder ir de dentro hacía afuera de nuestro ser, todo eso con la posibilidad de transmitir desde el alma, todo eso es lo bello de la danza.

Desde siempre la danza ha sido un vehículo para transmitir la belleza del mundo que nos rodea y de nuestra esencia.

Cada forma artística que hay en el mundo tiene un propósito sublime que es el de traer luz y es por eso que no hay nada más simple y a la vez valioso como dejar que el arte llene todos los espacios que hay alrededor.

Y eso sucedió en este caso.

Un simple movimiento creado desde el corazón se puede convertir en el mensaje que necesita ser escuchado, en la luz de la belleza que está aquí para ser apreciada.

Bailarines, actores, narradores, sonidistas, iluminadores y el público: todos fuimos Durazno, porque el espectáculo nos hizo sentir orgullosos de pertenecer a esta comunidad.