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Se desarrolló en la mañana de este jueves el acto conmemorativo de un nuevo aniversario de la Jura de la Constitución.

Autoridades, instituciones de eneseñanza y público en general se incieron presentes en Plaza Sarandí junto a la estela que recuerda desde 1980 el acontecimiento.

Esdedestacar el discurso del encargado de Museos de la Intendencia de Durazno Sr. Cristian Pintos y la actuación  del Conjunto de Danzas Folclórica «A Todo Ritmo» de Carlos Reyles.

Pintos: «respetar derechos, pero esencialmente asumir responsabilidades.»

«Año tras año, nos volvemos a encontrar en este lugar, para evocar aquel lejano día de 1830, cuando la joven nación, juró ser fiel a su primera Ley. Pero no lo hacemos por protocolo, sino porque necesitamos recordar nuestra historia, para poder proyectar nuestro futuro» señaló Cristian Pintos .

«Y en ese repaso de nuestra historia, voy a traer a la memoria, muy brevemente, dos acontecimientos.
Primero recordar el juramento

¿Qué decía el Juramento?
Se trataba de una frase que se debía repetir. Era igual para todos, desde el más encumbrado, al más humilde paisano. Aunque no todos, en un principio, podían ser ciudadanos.
Y tenía de particular que, en caso de que alguien no respetara su palabra, se exigiría su cumplimiento.
Pues la parte final del juramento, decía así:

¿juráis obedecer y cumplir las leyes, decretos y resoluciones que diere el Cuerpo Legislativo de la Nación?» a lo que contestaban: “Sí juramos”, y cerraba de esta forma: “si así lo hiciereis Dios os ayudará, y si no, él y la Patria os lo demandarán».

Es decir, que ante la ruptura de ese juramento contraído, más que un reproche moral, o legal, o penal, sería DIOS y la PATRIA, quienes nos demandarían la rectitud de nuestros actos. Vaya si habrá sido importante.

«n segundo lugar, voy a recordar el testimonio de alguien que estuvo presente en el juramento en la Plaza Matriz de Montevideo.

Se trataba de un jovencito, que escribió lo que vivió, y nos referimos al testimonio dejado por Isidoro de María.

Isidoro de María, fue un personaje de nuestra historia con muchas actividades. Fue escritor, historiador, cronista, periodista, y fundó un periódico que se llamaba justamente: El constitucional, en el año 1838.

Pero relacionado a este hecho que nos motiva, el relata que, el 18 de julio: “contaba con 15 abriles, y me acordaba de ese día como una gran fiesta que nunca había visto igual”.
“Enseguida que prestaron el juramento las tropas formadas le tocó al pueblo y la gente se disputaba entre sí con empujones, el honor de ser los primeros en subir al tablado … porque en la plaza habían construido un gran tablado de madera”.

“El juramento se los tomaba el alcalde ordinario de pie y tenía una gran mesa cubierta con una carpeta verde …” yo forcejeando en el montón, subi como uno de tantos al tablado por el lado Oeste y unimos, nuestra débil voz a las de tantos ciudadanos hechos y derechos, con un “sí juramos”, contentos como si fueran las pascuas”.
“Y después vino la fiesta, música, repiques de campanas, cohetes, alegría por todas partes”,

Dice De María: “no quedó bicho viviente que no concurriera a la plaza a ver las comparsas a los militares y a los caballeros vestidos de traje y a las lujosas y bonitas carrozas”.
Así lo contó, quién vivió un día tan especial de nuestra historia.
Obviamente es un relato mucho más largo, y los invito a leerlo en su obra: “Montevideo antiguo”.

Solo me resta recordar algunos conceptos de aquel día:

Que la primera Constitución fue la que tuvo vida más prolongada, perduró casi 90 años, quizás por ser difícil de reformar, porque la nueva entraría vigencia recién en el año 1919.
También traemos a la memoria, que se juró en todo el país, en Montevideo, en todos sus barrios, los de aquel tiempo, muchos más pequeños, la capital contaba solamente con 10.000 habitantes.
En la Villa San Pedro del Durazno, que no tenía más de 500 almas, el acto se realizó en el humilde templo y en la Plaza Mayor, hoy llamada Independencia.
Fue un juramento que ocurrió una sola vez, porque que así lo disponía expresamente uno de los artículos de la Constitución. Las reformas siguientes ya no se juraron.

El Estado que recién nacía, necesitaba el consentimiento explícito de su principal Ley, para que fuera conocida y obedecida por sus gobernados.
Y ese consentimiento, se recabó expresamente con la palabra dada.
Pienso, cuantas reflexiones nos surgen simplemente de la evocación y del recuerdo.
El consentimiento explicito, conocimiento de la Ley, el valor de la palabra, cumplimiento del deber.
Montevideo recuerda mucho nuestra Constitución.
Tiene una calle Constitución, tiene la Plaza Constitución, a la cual se le dice Plaza Matriz, en la Ciudad Vieja. Está calle Constituyente, que nace en el Monumento al Gaucho.
Y por supuesto, tiene al obelisco a los Constituyentes de 1830.

Sin embargo, la Constitución se escribió en el interior, en San José. Allí se instaló y funcionó la Asamblea Constituyente.
En Durazno, la evoca calle “18 de julio”, por regla como casi en todo el país, la calle principal, y una estela, aquella, colocada en el año 1980.
Y finalizo.
No estoy del todo convencido, de que sean necesarios más altares y honores.
Porque, seguramente, no todos los hogares de nuestra ciudad guarden un ejemplar de la Constitución vigente, como en mi caso.

Porque saben que, siento que de nada sirve esmerarnos, en recitar de memoria los marcos legales, cuando lo importante para una nación, es asumir la verdadera conciencia, de que ser parte de ella, implica si, respetar derechos, pero esencialmente asumir responsabilidades.

Y que nosotros, SUS INTEGRANTES, NO podemos ser meros espectadores del presente. Sino que debemos ser, entiendo yo, ciudadanos activos y comprometidos.

Y debemos imaginarnos, que subimos figuradamente, al escenario de madera como aquel joven Isidoro de María, para jurar de nuevo, para renovar la fe, y bajar a la calle con un vigor restaurado.

Comencé diciendo y lo reitero:

Año tras año, nos volvemos a encontrar en este lugar, para evocar aquel lejano día de 1830, cuando la joven nación, juró ser fiel a su primera Ley. Pero no lo deberíamos hacer por protocolo, sino porque necesitamos recordar nuestra historia, para poder proyectar nuestro futuro».