Abuelos: un apoyo durante el camino
19 de junio – Día del Abuelo
Los abuelos huelen a amor y a aceptación incondicional. Huelen a cariño, a abrazos largos donde se te cierran los ojos y se esboza una sonrisa.
Son el mejor espejo donde mirarse cada día: siempre reflejan la versión más real y auténtica de ti. La más bonita. Son la luz al final del túnel, el apoyo durante el camino y el hombro en el que depositar tus lágrimas.
Los abuelos son únicos, entrañables e inolvidables. Estén o no, en este mundo, ellos simbolizan ese lugar al que siempre podremos volver para acurrucarnos, aunque sea en los recuerdos.
Los nietos y los abuelos representan una unión generacional, ese papel que envuelve una golosina, esas miradas cómplices y ese juego permisivo y comprensivo que tanto se disfruta en cualquier momento de la vida.
Son nuestros recuerdos, nuestra complacencia, nuestro disfrute y nuestra ternura.
Ellos son historias llenas de efectos inesperados, cabellos de color blanco que bailan al compás del viento, ojos que brillan con el sol, serenos paseos sintiendo la calidez de sus manos, el caminar sobre hojas secas, el ver llover tras la ventana con un tazón de chocolate caliente en una fría tarde de invierno.
Por todo esto y mucho más los abuelos se convirtieron en nuestros amigos más entrañables, esos que corrían despacio por el patio para jugar al escondite, los que nos demostraban que el amor puede ser único y excepcional.
Su legado emocional
Huelen a ropa nueva, a juguetes, a intercambios dulces, a secretos compartidos, a caprichos encontrados, a luciérnagas de noches de verano, a la paja mojada de una tarde de tormenta…
Sus pasos cortos y sus manos fuertes guardan la esencia de momentos únicos y que no se pueden reemplazar y de valores aprendidos.
Y es que las castañas calientes y el pan recién hecho de las mañanas de invierno reflejan la importancia del cuidado, de los pequeños detalles, de la dedicación y del amor.
Esos abrazos que nos recomponían en segundos del dolor que nos causaban las heridas en las rodillas y, sobre todo, las del alma, eran un ejemplo más del respeto y de la incondicionalidad que ellos luchaban por transmitirnos cada día.
Es probable que más de una vez nos tocase ver ceños fruncidos o miradas de enfado. Seguro que esto lo tenemos grabado a fuego en nuestra piel, la misma que se erizaba cuando nos decían que no habíamos hecho algo bien.
Navegar por las raíces
Su mayor regalo son las raíces que heredamos y las alas para volar que nos tejieron. Por eso nunca debemos olvidarnos de profundizar y de mantener presente lo que constituyen nuestras bases.
La relación con nuestros abuelos será por siempre única, pero también será una de las más afectuosas y entrañables que experimentaremos en nuestra vida. Siempre la recordaremos por su profundidad y por su trato genuino y excepcional.
Simbolizan un lugar en el que aprendimos más valores aun habiendo menos reglas, donde nos educaron con serenidad y madurez, donde nos sentíamos el fruto de su satisfacción por la continuidad, donde aprendimos con templanza y paz.
Nuestros abuelos los llevamos en nuestro corazón, y los tendremos por siempre.
Si estás en un período de tu vida que ahora te toca a ti desempeñar ese papel, procura que tus nietos también te recuerden con ese cariño.
L.B.