Hoy 30 de noviembre se conmemora el Día internacional del mate siendo Uruguay el mayor consumidor de yerba por habitante.

Este año la celebración trasciende fronteras.  En Francia se cumplirá “Le Maté Festival» (El festival del mate) para conmemorar el Día Nacional del Mate, en una jornada que contará con el acompañamiento de diplomáticos de países productores que compartirán una mesa redonda titulada «Beber mate hace bien a la salud». Estarán representantes de los demás países productores de yerba mate, como Brasil y Paraguay, y del mayor consumidor, Uruguay.

Los orígenes del mate se remontan a la cultura de la etnia guaraní.

Las hojas de la planta de yerba mate (Ilex paraguariensis) eran utilizadas por los pueblos originarios como bebida, y eran objeto de culto y ritual, y moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.

Los estudios revelaron que la yerba mate está presente en más del 90% de los hogares y que su consumo aporta al organismo gran cantidad polifenoles, vitaminas del complejo B, potasio, magnesio y xantinas. Los polifenoles actúan como un poderoso antioxidante, que ayudan a aumentar las defensas y a disminuir el envejecimiento celular.

El mate no engorda, lo que engorda es lo que comemos con él.

La infusión tiene propiedades como: Acción antioxidante y diurética. Reducir la presión arterial alta y aumentar el colesterol bueno. La hoja de yerba mate por sí sola aporta solamente 75 calorías por cada 100 gramos diluidos en 1 litro de agua sin azúcar a 70ºC, la temperatura ideal para preparar un buen mate.

Entonces, los «peligros» los encontramos en el mate dulce y en el bizcochito con el que lo acompañamos. Y en cuanto qué comer mientras tomamos mate, en lugar de facturas o galletitas, puede ser una tostada con queso crema o mermelada light o hasta alguna fruta.

El mate no es una bebida.

Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es hola y la segunda: ¿unos mates?

Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.

Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.

Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.

En verano y en invierno.

Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.

Cuando tienes un hijo, le empiezas a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes.

Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.

Cuando conoces a alguien por primera vez, te tomas unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: ¿Dulce o amargo? El otro responde: Como tomes vos.

Los teclados de las PC tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.

Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.

Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.

Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos.

No es casualidad. No es porque sí.

El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.

El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores…

Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. Es querible la compañía.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablas mientras la otra toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambia la yerba!

Es el compañerismo hecho momento.

Es la sensibilidad al agua hirviendo.

Es el cariño para preguntar, estúpidamente, ¿está caliente, no?

Es la modestia de quien ceba el mejor mate.

Es la generosidad de dar hasta el final.

Es la hospitalidad de la invitación.

Es la justicia de uno por uno.

Es la obligación de decir gracias, al menos una vez al día.

Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.