Operadores de ayer y de hoy.
Llegaba primero a la radio; es más, abría el radio tempranito y tras escuchar el clásico sonido del trasmisor encendido desde la planta trasmisora, comenzaba su jornada diaria entre consolas de varios potenciómetros.
A su derecha, dos platos para los larga duración o discos simples de 33 de velocidad y a su izquierda uno más de 78 para los discos de acetatos que llegaban desde Monteideo con publicidad.
Junto a estos, el gran grabador Revox, de cintas gigantescas, que se manejaban con diferentes velocidades y que generalmente contenían las tandas grabadas cada 15 días. Pero si fuera poco, debía utilizar el micrófono que colgaba a su frente, para leer algún aviso que llegó a última hora o después que la tanda se grabara.
El operador que conocimos cuando entramos a la 25 en 1967 y que, – entre otros, destaco a Oscar Lobelcho – era un mago para movilizarse con maestría en un lugar tan pequeño, manejar tantas cosas distintas y lograr al aire mensajes inolvidables de música y palabras.
El trabajo del operador es muy pocas veces reconocido, pero es el que permite que salga todo a la perfección en la puesta al aire para que el contenido del programa de radio llegue a la perfección a los oyentes.
Hoy, en el “Día del Operador de radio” me permito recordar aquellos operadores casi artesanales y extender el reconocimiento a los que están ahora, en otros tiempos, con adelantos técnicos impresionantes, combinando la preparación profesional con habilidad manual para moverse ágilmente entre la consola y la computadora con una buena dosis de creatividad, cumpliendo una tarea tan trascendente para la comunicación.
La conexión, la vinculación y la comunicación con los oyentes, se hace posible gracias a todos los operadores y operadoras que permanecen con el oído atento para que todo salga a la perfección, pero también dejan el corazón y la pasión.