Aquel aljibe.
Veo a mi madre junto al brocal
de aquel aljibe que encierra al sol
o por las noches duerme en su espejo
la luna enorme con su color.
Suben sus manos el agua dulce
con el chirrido de la cadena
y en cada jarro de sed colmada
borra un instante todas sus penas.
Veo a mi madre colmar el balde,
regar las plantas y sus verduras,
doblar su espalda sobre la tierra
y hacer almácigos de ternura.
Cuanta pereza tiene el aljibe
por esas manos que ya no están!
Y en el silencio de su roldana,
quedó colgando la soledad.