Gabriel Bialystocki, empresario gastronómico y quien está a cargo de la columna «El degustador itinerante» en el programa «En Perspectiva» (Radiomundo), realizó un racconto de su experiencia con el coronavirus, su pasaje por el CTI y homenajeó al «equipo de leones y leonas» que lo cuidaron «como si fuese un hijo» que se viralizó en redes.

 

Todo comenzó el 14 de diciembre cuando Bialystocki amaneció «temblando de fiebre». Llamó a la emergencia, lo hisoparon y dos días más tarde se enteró que tenía COVID-19, según narró en su columna que reprodujo en «En perspectiva».

Luego, se enteró que también había contagiado a su esposa, que tuvo síntomas leves, y a su hermano y su hija y su novio, todos asintomáticos.

Bialystocki estuvo nueve días con fiebre, «muy molesto», pero sin más síntomas. «Solo no tenía ganas de comer», contó. Sin embargo, desde el séptimo día comenzó a sentirse «muy cansado». «Nunca tuve dolor, nunca perdí gusto ni olfato, nunca tuve tos (sí flemas), pero en ese momento ir desde la cama hasta al baño me dejaba exhausto. Nunca entendí que eso era falta de oxígeno, yo sentía que respiraba perfectamente», detalló.

Al noveno día, el 23 de diciembre, sintió que se quedó sin fuerzas cuando se fue a duchar y llamó a la emergencia.

«Me pusieron un aparatito en el dedo que mide lo que es la saturación del oxígeno en la sangre, algo que obviamente desconocía y de lo cual ahora aprendí. Normalmente, uno tiene que estar saturando entre 95 y 100%. Yo estaba en 83 y, obviamente, bajando. Me pusieron una máscara de oxígeno, me subieron a la ambulancia y diez minutos mas tarde estaba en la emergencia del Americano. Me pusieron una vía, empezaron a pasarme antibióticos (dos distintos), corticoides, suero, y seguramente alguna cosa más», narró.

Ya para el mediodía del 24, Bialystocki conoció a la doctora Laura Fraga, quien luego sería su médica tratante. Ella le dijo: «Mirá, con la mascarilla esta no estás levantando como me gustaría, así que te vamos a subir al CTI. Ahí tenemos una máquina con lo que llamamos OAF (oxígeno de alto flujo)».

Enterado de la noticia, Bialystocki reconoció que pese a tener «la cabeza fría», la misma se le «fue un poquito».

 «Y me pasó algo muy loco, eso que uno ve en las películas y suena a un cliché pero es tal cual: vi pasar toda mi vida en fotos, como diapositivas, una atrás de otra. Eran todas fotos lindas, como ir pasando las hojas del álbum de tu vida completo. No pensaba que me iba a morir, pero era algo como ‘ok, fue esto, 54 años de todas estas imágenes, y como una cosa de bueno, si fuese que llegamos solo hasta acá, no estuvo mal’. Solo sentía como una pena de si no llegase a haber nada más», sostuvo.

Bialystocki, que estuvo ocho días en el CTI «enchufado al bendito OAF», destacó el trato y la atención que recibió por parte del personal de la salud. Acá hay un equipo de leones y leonas que me cuidaron como si fuese un hijo, siempre explicando cada cosa, siempre dando para adelante, dándome la mano enfundados en sus trajes de astronauta (que son bien incómodos y calurosos), teniéndome confortable arreglándome la cama a cada rato, limpiándome, bañándome como a un bebé en la cama. Esto obviamente no lo hacen solo conmigo: los vi hablarle y acariciar a un paciente sedado y entubado», agregó.Bialystocki destacó que «esta gente es anónima». «Nadie sabe quién es Soraya, ni Sebastián, ni Franco, ni David, ni Natalia, ni Agustín, ni Walkiria. Nadie conoce a Lucía, ni a Majo. Ni tampoco a Carolina», sumó.

 «Nadie sabe que una tiene dos nenas, que otra no ve a sus padres desde hace meses porque son mayores y no quiere exponerlos, que casi todos trabajan en al menos dos lugares, que casi todos entran y salen de cuarentena constantemente (¿te imaginás el stress solo de eso?), que muchos ya se contagiaron, que varios pasaron las fiestas solos, o acá trabajando. Son un ejército de amor, peleando silenciosos por nosotros contra este bicho de mierda. Les pido que piensen aunque sea un minuto, en todos ellos. Por ellos y por ustedes, porque si llega el momento en que los precisás, van a hacer lo mismo por vos también. Yo, ahora, tengo el privilegio de conocerlos a todos. Y se quedan conmigo para siempre», añadió.

Tras ocho días en el CTI, ya superado el COVID-19, Bialystocki comenzó con la etapa de recuperación. «Después de tantos días acostado, tu musculatura simplemente se evapora. Me di cuenta que las piernas me habían quedado como escarbadientes, y sin fuerza alguna», indicó.

 Bialystocki explicó que escribió estas líneas para que «se sepa qué hay atrás de este virus del orto, que esto no es joda, que hay que cuidarse, que cuidarse es cuidar al resto».

 «En estos últimos días, repensando cada capítulo de este viaje, una cuestión me rondaba la cabeza. Soy amante de la estadística, los datos, y se me ocurrió pensar lo siguiente: cuando me subieron al CTI, ¿cuáles serían mis chances? ¿50/50? ¿70/30? ¿80/20? Ayer se lo pregunté a la Dra. Fraga, y me dijo: ‘No, vos no estabas tan mal, eras un 90% seguro’. Tuve mucha, pero mucha suerte. Y mañana me voy a casa», finalizó.