Orlando: un duraznense ilustre
Se cumplen hoy 115 años del nacimiento de Orlando Aldama.
Orlando Aldama nació en 1904 en Durazno. Fue autor y director teatral con sátiras poblanas que puso en escena en La Casa del Pueblo, que con algunos amigos fundara en Santa Bernardina. Escribió obras que cosecharon aplausos y buenas críticas en Montevideo. Entre ellas, Los Amores de Rivera y La señorita de los pájaros, Ochenta pesos mensuales, Rincón del Bonete, El General resucitó al anochecer, Conseguí un empleo público, Un día en el remolino y Que pase lo que Dios quiera, entre otras. Junto a Ángel Curotto fueron autores, directores y empresarios y produjeron sátiras políticas de actualidad como ¿Cuántos somos, como somos y cuánto dura?, Sigue riendo Juan del pago, Frentes altas, manos limpias y…mantel corto, Agárrate del pincel que te saco la escalera y el sainete El tango hay que saberlo bailar.
Su gran trascendencia la alcanzó cuando Luis Sandrini puso en cartel en Buenos Aires y durante ocho años consecutivos su obra Cuando los duendes cazan perdices; que luego se transformó en película. Seguirían los filmes Juan Globo y El diablo andaba en los choclos, protagonizadas también por Sandrini.
Aldama utilizó el seudónimo “Pedro Malasartes” para firmar obras teatrales críticas de la política uruguaya de la época y en algunos casos se hizo más famoso este seudónimo que su propio nombre. Falleció el 24 de enero de 1987 a los 82 años.
Comparte con Winston Churchill, la nominación de las avenidas que conectan a la ciudad con Santa Bernardina donde vivió sus últimos años.
También en dicha localidad desde hace unos años, se ubica el Espacio Verde “Orlando Aldama”, que fue una idea de los vecinos con el aporte comunal. Una mesa del Sorocabana que compartía con amigos entrañables, tiene una placa alusiva.
Son estos, reconocimientos efectuados a su trayectoria, que parecen pequeños comparados con la talla de su figura. Tal vez, en el Teatro Español recientemente recuperado, se destine algún día algún lugar en homenaje a su memoria.
Por Jesús Correa