Wenceslao Varela: Un poeta inolvidable
«Lo único que siente como propio es el gaucho y su destino», escribió Wenceslao Varela en su último libro, «Albardones».
Hoy 25 de mayo se cumplen 112 años del nacimiento de Wenceslao Varela , en el paraje El Cautivo, en la margen izquierda del río San José.
Su padre, José María Varela, era constructor, tenía horno de ladrillo. Wenceslao tuvo una infancia pobre. Fue a la escuela tres meses pero su madre, Wenceslada Dolores Corujo, le enseñó a leer y a escribir. A los once años escribió sus primeros versos. Fue un autodidacta. Trabajó en tareas de campo, fue tropero y domador. A los 23 años se mudó a San José. Trabajó más de 40 años en el molino. Estudió por correspondencia electricidad y contabilidad. Para pagarse los cursos trenzó lazos, hizo instalaciones de luz y pintó carteles. Trabajó en el archivo de la Jefatura de Policía de San José.
Tuvo siete hijos: Aquidabán, Urunday, Alborada, Primavera, Umaitá, Nery y Wenceslao.
«Era un padre común, nada extraordinario», dice su hijo Aquidabán, más conocido como «Pancho». «Esa fue su vida: trabajo y letra. Fue una buena persona».
Su casa se convirtió en Museo y lleva su nombre. Fue adquirida y restaurada por la Intendencia de San José y se inauguró un 25 de mayo de 1999. Prendas de colección, su mate, sus lentes, su obra completa, botas de potro, facones, tabas y frenos. Todo se atesora allí. Hasta el viejo dormitorio, el que compartió durante tantos años con su mujer, Amanda Robustiana.
Una inmensa carreta en el patio, al igual que un campamento gaucho y varios arados son testimonio del gran amor del poeta por la tradición.
Wenceslao escribía un verso simple y sentido, «sin vanidad y sin miedo», como él mismo decía. Sabía de miserias y privaciones, pero también del encanto de la vida en el campo. Su primer libro de poemas es de 1930, El nativo. Le siguen Candiles (1943), Vinchas (1946), Vinchas, poemas del terruño (1956), De mis yuyos, (1968), Trote Chasquero (1968), 10 años sobre el recao (1978), Frontera norte (1984), De cuero crudo (sin fecha), Dos poetas orientales: versos camperos por Wenceslao Varela y Osiris Rodríguez Castillos, y Boleadoras de piedra (1989). En narrativa publicó Nazarenas de hierro (1974) y Albardones (1996).
En el “Día del Libro que los uruguayos conmemoramos cada 26 de mayo, sugerimos leer a Wenceslao Varela, para comprobar el valor de su obra.
Mujer Uuguaya
Mis pobres versos trenzados con infinita rudeza
tiene la agreste belleza que tu canto me ha inspirado.
Tu calor ha contagiado la gracia de tu apostura
y si hay en ellos dulzura, aunque por desgracia es poca,
es porque endulce en tu boca la ruda de mi amargura.
Mi guitarra enmudecida, que fue mi novia, mi cruz,
cruzó por mi ayer sin luz con las cuerdas añadidas.
De sus notas doloridas brotan amargos brebajes
y en cada nota un salvaje engendro del canto mío,
y tus manos de rocío retemplaron su cordaje.
Mi pobre poncho gastado, a rigor de temporales,
de castigar los baguales y los toros empacados,
tiene en su malla el bordado de sus manos primorosas,
que allá en mis noches luctuosas que mucho llorar me hicieron,
los pobres pliegues pusieron sobre mis lágrimas rosas.
Hasta mi moro fue tuyo y se hizo de ancas con vos,
como por mandado de Dios se arrocino con tu arrullo,
echaron flores mis yuyos en el campo de la idea,
cien veces bendita sea y por vos me hice poeta,
olvidé caña, carpeta, pericón y pelea.
Con tu bendita oración, alentaste mi jornada,
cuando mi fe quebrantada claudicó en mi corazón.
Cuando monté un redomón cribado a golpe de espuela,
o cuando la noche vuela sobre mi choza insegura,
o azul en la noche oscura la luz mala me desvela.
Mas, cuando sobre el recado de mis andanzas pasadas,
tire mi última jornada mi pobre cuerpo cansado,
no quiero verte a mi lado, bajo mi choza sombría,
porque en esas noches frías de los que mueren sin cruz,
tus ojos llenos de luz prolongarían mi agonía.