AMAMANTANDO
La imagen es de 1927. En ella, un niño recién nacido es alimentado directamente por una cabra (o quizás una oveja esquilada). Y aunque hoy pueda parecernos extraño, en su época era un acto de supervivencia.
Antes de la leche maternizada, los hospitales cercanos o los bancos de leche, muchas familias recurrían a lo que tenían a mano. La leche de vaca resultaba difícil de digerir para los bebés. Pero la de cabra… era diferente. Más suave. Más cercana a la humana. Y muchas veces, la única opción cuando una madre no podía amamantar.
Un testimonio anónimo lo resumió así:
«Mi madre fue alimentada por una cabra. Nació en 1942, dos meses antes de tiempo, en el campo, sin hospital ni teléfono. Una vecina tenía una cabra lactante. Mamá dice que es fuerte porque se crio con leche de cabra… y heredó su carácter.»
Durante generaciones, los animales no solo dieron abrigo y alimento. También salvaron vidas humanas.
Historias simples. Cotidianas. Pero llenas de humanidad.