La última palabra es nuestra.

Amaneció distinta la ciudad, recuperó el silencio y la radio, televisión y diarios, volvieron a tener prioridad en noticias variadas que son bienvenidas tras una tediosa y avasallante etapa de publicidad política.
Solo las redes sociales promocionan candidatos o los vecinos se encuentran y dialogan, hacen sus pronósticos y suelen quejarse de falta de debate.
Durante el tiempo cercano a una elección mucho se habla de los debates. Un candidato puede enfilarse al triunfo o hundirse en la derrota después de debatir con los demás candidatos.
Pero, el debate más importante en cualquier elección se da el mismísimo día de la elección. A la larga, este debate se convierte en el determinante del rumbo del país, de él se derivan grandes acontecimientos que son decisivos en el acontecer de nuestra nación.
En este debate solo puede haber un ganador o un solo perdedor y en ambos casos sería el Uruguay.
El debate al cual me refiero es el que se da en el interior de las conciencias de los ciudadanos. Las partes serán: por un lado, la del buen uruguayo que se preocupa por el futuro de su familia y de su país y que sabe que su voto es importante; y por otro, el otro compatriota, que como no está ni con Dios ni con el diablo, prefiere quedarse a descansar en su casa.
Si el debate lo gana el buen uruguayo y por consiguiente votamos, la propia nación es la que sale triunfando, porque independientemente de que candidato gane, se demuestra que somos un pueblo democráticamente maduro.
De ganar el otro y por consiguiente la abstinencia, se desperdicia una gran oportunidad de contribuir con nuestro país y su futuro.
¿Quién va a ganar este debate? Nosotros tenemos la última palabra.
Todos estos argumentos sobre la importancia del voto se convierten en palabrería si al llegar nuestra oportunidad el debate en nosotros es ganado por la apatía.
Construyamos el Uruguay que tanto deseamos siendo conscientes de la importancia del voto y actuando consecuentemente.