Alma y corazón en la poesía.
En la tardecita del pasado domingo, abrió sus páginas al mundo «Cuando florezca el lirio» de Heber Souza Bálsamo.
Un poeta no es un escritor así sin más. Es el primer error en el que incurre cualquier persona al que se le nombra esta clase de personaje. Es mucho más que eso, mucho.
Un poeta escribe con la tinta inagotable de su corazón, y plasma lo que en su alma acontece o se hace sentir en él. Plasma sentimientos, emociones, pensamientos, inquietudes, hasta logra plasmar lo que un hombre ajeno a su ser siente. No es algo que se aprende y se perfecciona, es algo con lo que ya se nace.
En su libro “Cuando florezca el lirio” Heber Souza convierte un simple trozo de papel en el confesor de sus secretos, en la cúpula de muchos sentimientos, o uno solo. Logra convertir lo que hace latir apasionada o nostálgicamente un corazón en algo físico, palpable y a la vista de cualquiera.
No es algo que cualquiera pueda lograr.
Ser poeta no se trata de ser romántico, misterioso, caprichoso, profundo o melancólico, que es como usualmente se le pinta, se trata de plasmar cosas intangibles, como lo es un sentimiento, en palabras donde el lector se convierte en el protagonista y se identifica con el sentimiento. El lector siente comprensión por parte del poeta. El lector no lee las palabras, las vive. Todo esto diferencia a un poeta de un escritor, por más filósofo que sea este.
Decía Borges que el libro es la extensión de la imaginación, así como la herramienta es la extensión de la mano. Les invito a leer “Cuando florezca el lirio” porque más allá de que sabemos que quien lo escribe es un poeta nuestro nacido en uno de los barrios más humildes de la ciudad – el Puerto de los barriles – es su corazón y su alma en cada poesía.