Cuando informábamos días pasados, de la cantidad de entradas vendidas en el Festival Nacional de Folclore, señalábamos que se reitera un importante número de personas que entran sin pagar al predio del Parque de la Hispanidad.

Y lo hacen con increíble facilidad, ya sea por la no entendible generosidad de la organización en la entrega de pases libres, invitaciones y/o pulseras, por falta de rigurosidad en el control en las puertas habilitadas como accesos o por el abuso de quienes deberían dar el ejemplo.

En este último caso, quienes han trabajado en los puestos de venta de entradas, tienen innumerables anécdotas en tal sentido.

Hace unos años un edil que hoy integra la Comisión, tuvo un enfrentamiento desmedido con los porteros – los que trabajan desinteresadamente – porque exigía que por su condición de curul, podía entrar al Parque con toda su familia.

Este año se registró un caso parecido. Un edil del sector oficialista, llegó a la entrada en vehículo con su familia, unas cuatro personas. Discutió acaloradamente con quienes pretendieron hacerle entender que como Edil podía ingresar, pero que debía pagar entradas por los otros pasajeros. Reaccionó poniendo primera, acelerando e ingresando sin pagar hacia los estacionamientos cercanos al escenario.

Sorpresa? Indignación? Impotencia? Seguramente una mezcla de todo esto se debe experimentar en estas situaciones, donde la actitud mezquina de las personas, supera toda intención de hacer las cosas bien.

Y en este caso, agravada por quien lo hace y qué representa el que lo hace.