Carabina a la espalda.
Festejamos un nuevo aniversario del triunfo de los orientales en la batalla, de Sarandí que significó una dura derrota de las fuerzas brasileñas de ocupación, comandadas por sus mejores oficiales: desde Montevideo el Gral. LECOR (Barón de La Laguna), desde el interior los militares más prestigiosos, Bento Manuel Ribeiro, Bento Gonçalvez y Alencastre, comandantes de una tropa de los mejor, con que contaba el Imperio.
Desde Cerro Largo partió Bento Gonçalvez con la fuerza de ocupación de Melo más la de Yaguarón, buscando unirse a la de mayor número de combatientes de Bento Manuel Ribeiro, todos marchando hacia el encuentro del Gral. Lavalleja y sus fuerzas militares.
Ignacio Oribe desde Fraile Muerto observa el movimiento militar que parte de Melo e informa a Lavalleja. Son alrededor de 2000 brasileños (infantería y caballería), todos movilizándose hacia Durazno.
A su vez Lavalleja y Oribe unen sus fuerzas y en la noche del 11 de octubre marchan hacia Sarandí, ordenando a Rivera y a Ignacio Oribe que se unen sobre la Cuchilla Grande, marchando para unirse a Lavalleja, que cuenta con los Dragones Libertadores y los Dragones de la Unión como los más organizados.
Ignacio Oribe desde Fraile Muerto aporta el 2do. Escuadrón de Regimiento de Dragones Libertadores, el 1er. Escuadrón del Regimiento de Dragones Libertadores marcha al mando del Tte. Cnel. Manuel Oribe. Las fuerzas patriotas que intervienen en Sarandí son un total de 2360 combatientes.
Unidos Lavalleja, los Oribe y Rivera moviéndose durante la noche, sorprenden a los comandados por Bento Manuel Ribeiro que creía combatir a Rivera por separado, La sorpresa es que lo creían en la margen izquierda del Sarandí. El encuentro se produce en el mejor terreno de combate para la caballería en las primeras horas de la mañana del día 12.
Al frente de las fuerzas patriotas iba desplegada la tricolor de “Libertad o Muerte”.
El Gral. Lavalleja ordena la carga con la frase “carabina a la espalda y sable en mano” consiente de la escasez de municiones.
El combate se trabó en un feroz entrelazamiento de ambas fuerzas a caballo, en un cuerpo a cuerpo donde el sable fue el arma predominante. El ejército brasileño fue poco a poco dominado, y finalmente se batió en retirada; siendo perseguido a la desbandada por los combatientes orientales, por una distancia mayor de dos leguas.
Como consecuencias de esta batalla, primeramente todo el centro de la campaña oriental quedó dominada por los orientales. Por otra parte, la victoria obtenida tuvo importante repercusión en Buenos Aires, donde el gobierno enfrentó requerimientos de prestarles apoyo.