«La independencia no está segura para siempre».
Como informamos en nota aparte, el acto patrio de este 25 de agosto efectuado en Plaza Artigas, contó con un mensaje de alto contenido en lo histórico y en proyección al futuro, del Lic. Oscar Padrón Fabre.
Nos permitimos compartirlo con nuestros lectores:
Autoridades, señoras y señores, queridos niños:
Feliz día de la Patria.
Estamos en tiempos de Bicentenarios. Desde el 2011 cuando comenzamos las recordaciones, hasta el 2028 o 2030 vamos a estar en tiempos del Bicentenario de la Revolución. Esa Revolución que abarcó un muy pequeño lapso de tiempo –apenas 17 o 18 años- pero que fue una verdadera divisoria de aguas entre los trescientos años previos donde formábamos parte del Imperio Español, la época colonial, y los tiempos de la Independencia, que ya contamos dos siglos.
Y Durazno está iniciando este año su Bicentenario, porque aquella Villa San Pedro del Durazno precisamente nació en ese tiempo bisagra al que hicimos mención. Durazno no fue de las poblaciones que nacieron en los tiempos coloniales, como San Fernando de la Florida o la Santísima Trinidad de los Porongos, tampoco como San Fructuoso de Tacuarembó o Rivera que nacieron en los tiempos de la República. Durazno nació durante esos años de la Revolución, precisamente cuando Don José Artigas había sido derrotado y tuvo que internarse en el Paraguay. Durazno nació a partir de 1821, cuando se vivía el dolor de la derrota, de millares de hombres muertos, de gente que había perdido todo, que se habían quedado sin hogar por largos años de lucha. Por eso bien definió Rivera a los primeros pobladores de Durazno como “los Huérfanos de la Patria”.
Y en esa Villa del Durazno por los años 1821-1822, seguramente se reunían Rivera y Lavalleja, compartiendo un mate –porque ambos eran integrantes del Regimiento de Dragones de la Unión – pensando sobre lo que había sucedido años atrás y lo que podía suceder con la suerte de esta tierra. Después ambos tomaron caminos diferentes, Lavalleja se acercó más a los hombres de Montevideo, a los Caballeros Orientales y a Buenos Aires, mientras Rivera conversaba con oficiales de Río Grande del Sur, quienes también se veían atraídos por las ideas liberales de República, autonomía, libertad.
Pero llegó el año 1825 y volvieron, los compadres Juan Antonio y Frutos, a estar juntos y esa Villa de San Pedro aún niña, tuvo desde el comienzo un papel protagónico. A pocas semanas de iniciada la Revolución, Rivera y Lavalleja firmaban el 15 de mayo, aquí en Durazno, una importante Orden General, no demasiado recordada, pero que marcó el carácter de la Revolución que se iniciaba como una revolución de orden. En ella se establecía que en el nuevo movimiento revolucionario se debía evitar cualquier tipo de desmanes o desórdenes, lo que había ocurrido anteriormente y que motivaba que a los Caudillos se los llamaran los “jefes de la Anarquía”, desprestigiándose así el movimiento armado. Esa Orden General señalaba que la nueva Revolución iba a ser inflexible con la disciplina, y se cumplió.
También por entonces se acordó que debía ser un movimiento con acentuado carácter civilista e institucional. Y efectivamente así sucedió. Al poco tiempo en junio en la Villa de la Florida se constituía el Gobierno Provisorio, presidido por el patriota Manuel Calleros y en agosto, también en la Florida, nacía la Sala de Representantes, el primer Parlamento estable que tuvieron los orientales, pues siguió actuando en los años sucesivos en otras sedes.
Pensemos por un momento lo que eran entonces, en aquel agosto, mes de invierno, que de cada pueblo de la provincia concurriera un diputado, a caballo, en carreta. Pero pensemos, además, en el coraje que tenían que tener, porque todo esto se hacía sin haber ganado todavía una gran batalla. Rincón, Sarandí vendrían después. O sea que era una situación especialmente difícil, con la amenaza de las importantes fuerzas del Imperio de Brasil.
Y de esa Sala de Representantes salieron las tres leyes fundamentales del 25 de agosto: Ley de Independencia, Ley de Unión, y Ley de Pabellón.
Mucho se ha escrito y discutido sobre el alcance de estas tres leyes, especialmente sobre la primera. ¿Se declaró ese día la Independencia del Uruguay? No. ¿Se declaró la Independencia nacional? No. Bueno, ¿y entonces que estamos haciendo aquí, hoy? ¿Tenemos que venir otro día a festejar la Independencia? No, tampoco.
Está muy bien que hoy estemos aquí y recordemos esta importante fecha. Tenemos que ser precisos con los términos. Cada 25 de agosto conmemoramos la declaratoria de Independencia de los orientales. Recordamos que el pueblo oriental -aquél que comenzó a nacer en 1811 – dio ese día una nueva expresión pública de su deseo de ser libre, de decidir sus propios destinos. No era la primera declaratoria de Independencia. La primera declaratoria está contenida en el artículo primero de las Instrucciones del Año XIII, cuando estableció romper totalmente con el Rey y la familia de los Borbones. Ahí se ponía fin a trescientos años de dominio español. El 25 de agosto de 1825 los orientales pronunciaron su segunda declaración de Independencia, ahora frente al Imperio del Brasil.
El 25 de agosto es la expresión de la soberanía del pueblo oriental, manifiesta a través de los diputados de los distintos pueblos de la Provincia reunidos. Los países pueden inventarse, de hecho, muchas veces se lo ha realizado –y tal vez se lo seguirá haciendo – en gabinetes políticos, en cancillerías o como resultado de guerras; pero los pueblos no se inventan, los pueblos son fruto de la historia y la recorren por largos períodos de tiempo. Y pasan, al igual que las personas, por momentos de éxitos y de fracasos, de entusiasmos y de zozobras.
El pueblo oriental no fue un invento y logró sortear innumerables desafíos. Y en eso estamos, doscientos años después.
Un último concepto. La independencia no está segura para siempre. En el campo de la historia todo es frágil, cambiante. Cada época presenta sus desafíos, por eso es muy importante que al interior de cada pueblo existan fortalezas, existan elementos de unidad que permitan que se mantenga como una comunidad espiritual. Dentro de un pueblo es normal que haya discrepancias, intereses contrapuestos, que existan adversarios, pero no podemos ver en el otro a un enemigo.
¡Viva la Patria!