Una selfi en la Punta
Por «Rayo» Ferreira
Risulta que como siempre, n’el bolich’el Yacaré taba tranquilaso pero tranquilaso tranquilaso, solo los eternos parroquianos de siempre: el Burro y el Capincho. Ambos dos con su grapita de siempre a medio chupar como p’aque dure mas.
En un repente se sintió como un estampido o mejor dicho como un zumbido…
¡Que lo parió! Dijo el Burro y apretó los dientes como asustau y a su vez p’aque no se l’escapara el buche de grapa. ¿Quej’eso? Dijo el Capincho. – Debe ser un terremoto– Dijo el Yacaré, como siempre escuchando la conversación ajena.
Pero no. Ni cerca de terremoto. Era el chiquito «TONCRUI», disfrazau de soldado alemán con tremendo casco, pero sin sidecar n’el costau. –
Tengan cuidau, tengan cuidau– gritaba el viajerío de Morondanga – ¡ Hace poco que sacó libreta! ‘ – gritó desesperada doña Sufrida.
El pueblo humilde de la Gran Punta se convulcionó al ver al chiquito, melena al viento y no faltó uno que le pidiera una «selfi» y como no ej’negau p’aeso ya pegó una frenada y se mandó una sin casco, sin lentes, de cuerpo entero (bueno tan entero…) digamos. El ej’así campechano, lleno de humanidá.
El Burro se mandó la grapa, el Capincho calentón habló algo de un payaso o algo así y el Yacaré se quedó con las ganas de sacarse una «selfi», de cholulo q’ej, pero de caliente les puso la televisión a todo volumen con el baile de Tinelli, bien como p’a echarlos y se fueron ambos dos siguiendo la «humadera» que dejó la moto del «TONCRUI»…