Daría cualquier cosa por haberte conocido.

En un día como el de hoy, un 19 de junio de 1764, nacía José Artigas, el que sería el primer Jefe de los Orientales y primer estadista de la Revolución del Río de la Plata, quien traería vientos libertarios a nuestra tierra sometida por el yugo de la Corona Española. –

Aún hoy sigue siendo ejemplo para la Historia, tan impetuoso en sus ideas, tan prudente en sus vicios, tan humilde en su conducta, tan austero en su vida, tan fuerte en la adversidad, tan pobre en la muerte y tan grande en todo momento. –

A esta hora, en la Plaza que lleva su nombre en Durazno, se realiza un acto en su homenaje que, seguramente, se está repitiendo en todo el Uruguay, con las ofrendas, los discursos, etc. Siempre hay palabras ajustadas a la historia, con mención a frases y conceptos de nuestro Prócer. El tema es si, en la vida real, nosotros, los uruguayos de hoy, seguimos su ejemplo, sus enseñanzas, su camino.

En esta breve referencia a la fecha que se conmemora, entre tantos episodios que marcaron la personalidad de Artigas, me permito elegir lo que significó el Éxodo. “Cada día veo con más admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia. Unos quemando sus casas y quemando sus muebles, otros, caminando leguas y leguas a pie por falta de auxilio por haber consumido sus cabalgaduras en el servicio. Mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha manifestando todos la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones”, decía Artigas. “Yo llegaré muy en breve a mi destino con este pueblo de héroes, y al frente de seis mil de ellos que obran como soldados de la Patria, trabajaré gustoso en propender a la realización de los grandes votos de nuestra ciudadanía”.

Ese es nuestro Héroe, ese es nuestro Artigas, ese es, en definitiva, el caudillo del Sur que tanto hoy respetamos y valoramos.

«Quisiera poder abrir
una picada en el tiempo,
pa meterme historia adentro
y buscarte en el Ayuí,
ver la Patria junto a ti
como el trueno junto al rayo,
como una flor en el tallo,
y pa sentirme conforme
con ser polvo en tu uniforme
y sudor en tu caballo.
Para poderte rodear,
para seguirte la huella,
me habría trepado a una estrella,
que te pudiera alcanzar
y cuando fuiste a buscar
un destino fracasado
yo te hubiera acompañado
en cuerpo y en sentimiento
echando en un canto al viento
la gloria de ir a tu lado.
Ya me voy marchando
sin miedo ni duda
con el cumba viejo
a buscar ayuda.
Nunca lo he dejado,
tampoco esta vez.
los demás se quedan;
yo me voy con él.
No pediría cosa alguna
que oír las dianas de Mayo,
montar con vos a caballo
pa marchar soles y lunas
sin buscar otra fortuna
que ver libre nuestro suelo
echando tu enseñanza al vuelo
pa correr miseria y hambre,
esa diagonal de sangre
con que cruzaste el Cielo.
Quisiera verte hoy aquí
que somos tantas banderas
y que se ha vuelto tapera
lo que querías conseguir.
Yo sé que es mucho pedir
un sueño de ese tamaño;
fanega y media de años
es carga para el más fuerte.
Por eso lloro mi suerte
y hay que ver cómo te extraño».

Autor: Julián Luis Murguía Azpiroz  – Seudónimo «Martín Ardúa».