A ocho años del cierre de Pluna un tardío “mea culpa”.

Por Daniel Puyol

La auténtica medida para el amor es el sacrificio, de eso no existe la menor duda. Se ama más a aquello por lo cual estamos dispuestos a sacrificarnos hasta el extremo. En esa ecuación los hijos ocupan un lugar único, indiscutible, capaces de obtener nuestros mayores esfuerzos. Pero también lo logran las vocaciones.

A ocho años del cierre de Pluna, que integró con mérito el mundo de las vocaciones de muchas personas, invito a quienes quieran a un ejercicio de discernimiento y valoración.

El servicio que brindábamos será recordado por haber sido muy bueno y hasta mejor que el que ofrecían los competidores, pero, aun así, siempre quedaron como “colgadas en el aire”, algunas preguntas que cada uno sabrá responder para sí mismo.

Casi todos los que soñábamos con pertenecer a su plantilla de funcionarios, y en ese empeño padecimos adversidades y frustraciones, ¿fuimos siempre leales, voluntariosos y proactivos, en el sentido más amplio de estas palabras?

¿Mantuvimos siempre la disciplina profesional que impone descansos mínimos, así como períodos de abstinencia de alcohol y parrandas antes de emprender un vuelo, o alguna vez fuimos de la fiesta directamente al avión?

¿Utilizamos un poco más allá de lo lícito las ventajas que nos concedía nuestra condición de empleados de la aerolínea de bandera, aunque sea unas pocas veces?

¿Queríamos realmente ser un ejemplo de rectitud y competencia, o muchas veces adoptamos actitudes laxas y distendidas para esconder comportamientos trasgresores detrás de la excusa de un CRM mal entendido?, y acaso en otras ocasiones, ¿fuimos capaces de reacciones despóticas y prejuiciosas, cara oculta de ínfulas y jactancias?

Y cuando las irregularidades fueron evidentes, ¿tuvimos el coraje de señalar sin tapujos la malversación y el desfalco, o preferimos mirar hacia otro lado en un silencio inocuo que nos hacía indirectamente cómplices?

Es verdad, a Pluna no la cerraron los empleados, a Pluna la mató la ignorancia y el odio visceral de quienes la creían un instrumento para burgueses o un juguete caro de la oligarquía, políticos ineptos incapaces de mirar un poco más allá de sus narices para ver el trabajo y la dedicación de tantos uruguayos. Su soberbia, descaro y resentimiento privaron al país de parte de su soberanía, transformándolo en una provincia aeronáutica del extranjero. Destruyeron nuestras profesiones, se quedaron con nuestros sueños y nuestras ilusiones, pero nosotros, que amábamos a Pluna, también fuimos incapaces de defenderla.

 

Daniel Puyol: Ingresa a PLUNA en 1997, renunciando  en enero de 2009  pasando a ser piloto en  Copa Airlines. Está radicado en Panamá.