Antiguas leyendas hablan de la existencia de un ave mitológica, conocida con el nombre de Fénix, la cual poseía la extraordinaria capacidad de, una vez llegada su muerte, arder hasta consumirse, para posteriormente resurgir, renaciendo nuevamente de sus propias cenizas.

El mito, entonces, asocia a esta criatura con la capacidad de resiliencia que muchas personas tienen; esa habilidad para encontrar soluciones a situaciones adversas que les presenta la vida y, al igual que el ave Fénix, renacer de las cenizas que les dejó ese problema.

Y el Club Central, al inaugurar hoy su remodelada sede propia, renace en todo su esplendor. Atrás quedaron tiempos de disgusto y dolor al perder su local magnífico, con gimnasio incluido, que con mucho esfuerzo levantaran hace muchos años.

El de ahora, ubicado junto a su cancha, la “Manuel Demetrio Souza”, es un logro de enorme valor en los tiempos que corren.

Un trabajo donde todos, en menor o mayor proporción, pusieron su esfuerzo: dirigentes, hinchas, vecinos del barrio, empresas y la propia Comuna.

La vida de las instituciones tiene una impredecible pero inevitable alternancia de altos y bajos. Momentos de esplendor que quisiéramos eternizar, imbricados con otros de dolor que tememos no superar nunca.

Muchas veces hablamos de aprender a detectar y disfrutar con intensidad de cada uno de esos instantes maravillosos que la vida nos depara. Otras, no tantas, nos ocupamos de sacar a la luz el tema de saber sobrellevar los momentos difíciles.

Y Central ha sabido superar todos los obstáculos y hoy disfruta de un presente envidiable que llena de orgullo al fútbol de Durazno y a la propia comunidad.

Hoy, desde el nuevo edificio construido con mucho amor, los torteros miran el futuro de una manera distinta, convencidos  que el camino es cada vez mejor al abandonar la carga de lo que ya no es, y con  la certeza de que han sido capaces de resurgir de entre las cenizas.