El vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo.
A la hija de la vecina le robaron la moto recién comprada, al quiosquero de la plaza una vez más le robaron, a una señora la tiraron al suelo y le llevaron el monedero, a un comercio es la quinta vez que le roban…
Y podríamos seguir con muchos ejemplos de cómo está Durazno, de la inseguridad que existe y la aparente libertad para delinquir que tiene un grupo minoritario.
La inseguridad no es un problema sencillo de resolver, ya que muchos gobiernos no lo pudieron solucionar, debido a su gran complejidad.
Lo que pasa en las calles y en los barrios afecta en forma directa a la gente, particularmente a los más humildes.
En muchos casos, un robo o un hurto les privan de cosas esenciales, son justamente los que menos recursos tienen para proteger su propiedad. No les interesa el diagnóstico. La gente lo que quiere es escuchar la solución a sus problemas concretos. No pasa solamente por una propuesta de seguridad, ni por aumentar penas, o mayor presencia policial.
Pero todos debemos coincidir que en Durazno se advierte un fenómeno preocupante de violencia.
La marginalidad es el mejor caldo de cultivo que encuentra la delincuencia. Allí donde no llega ninguna política pública, los controles sociales no funcionan, y nadie hace propias las normas de conducta de la sociedad. Las familias se quiebran, los mayores carecen de trabajo, y los más niños-alejados de la escuela- suelen crecer con las “reglas de la calle”. De ahí al delito, hay un solo paso.
Aun así, no es esa la única causa que lo explica.
Hay otras: un sistema policial que en muchos casos acaba asociado a quienes deben combatir, un procedimiento penal que a partir de cierta flexibilidad facilita liberaciones anticipadas no siempre entendibles, y un régimen penitenciario que demuestra su incapacidad para recuperar condenados.
El Estado tiene que trabajar antes que el delito se cometa. Si un delincuente roba e incluso llega a quitarle la vida a su víctima, solo por quedarse con el bien, es porque el beneficio de venderlo supera su percepción de riesgo. Básicamente, se trata de enfocar la lucha contra la inseguridad atacándola, en sus causas, y no en sus consecuencias.
Erradicar el delito, va a demandar tanto tiempo como el que demande alcanzar un desarrollo económico y social más equilibrado. Si todos entendieran lo complejo que eso resulta, a nadie debería tolerársele usar el tema para endulzar el oído de los abatidos en busca de un voto, ni para desgastar interesadamente la credibilidad de los gobiernos.
Y si estos entendieran cabalmente la magnitud de la cuestión, seguramente se encargarían de fortalecer a las fuerzas de seguridad, sin tolerar las peores prácticas que aún hoy persisten entre algunos de sus miembros. Se ocuparían también de agilizar los procesos penales para que la Justicia se materialice eficazmente, y garantizarían que las penas se cumplan en cárceles, que por lo menos dejen de ser” productoras de futuros reincidentes”.
Y la sociedad toda debe exigirlo con toda la fuerza que le da el derecho para hacerlo.
Hay muchos duraznenses trabajadores que sufren amargamente la situación y comerciantes que hasta están pensando en cerrar sus pequeños negocios porque se sienten que están trabajando para el enemigo.
Hay que actuar antes de que sea tarde.