Foto de AM 960 Radio Yi.

María Aldao, sin dudas, simboliza a quienes han dedicado una vida a traer vida. La vocación le dictó un destino y la sala de parto le hizo su lugar en el mundo.

Nació el 6 de febrero de 1923, junto a su hermana melliza. Le pusieron Ramona Carmen y a su hermana Adoración Elida (le decían Dora). Su mamá era Rosaura López y falleció con 87 años.

Cuando tenía 4 meses enfermó muy grave y los doctores Pollero y Díaz prácticamente la desahuciaron, diciendo que tenía meningitis, que iba a morir

Cuando su madre le llevaba en brazos totalmente abatida por el diagnóstico, se encontró con una prima, Mateos López, que le sugirió bautizarla y después la llevaron a lo de Doña Valetta, una viejita italiana que hacía curaciones y oraciones…

“Me bautizaron enseguida en la Iglesia San Pedro.” Cuenta María.  “Maruja Berón fue mi madrina. Y me puso María de nombre, fue la promesa que hizo para que me salvara. De la iglesia fuimos para lo de esa viejita Valetta que me santiguó Contaba mi madre que cuando volvía conmigo, después de bautizarme y de ir a lo de la viejita, yo abrí la boca –por primera vez en muchos días – y ella me puso al pecho y yo me prendí. Y desde ese momento me recuperé. Sin duda fue un mal diagnóstico de los médicos. Y desde entonces yo fui María Aldao, pero estaba anotada como Ramona Carmen.”

Innumerables partos atendidos. Su actividad arranca desde que estudiaba. Ya después de recibida y cuando inició su carrera, su primer año fue sólo de Facultad y después en el segundo año con clínicas en el Hospital Pasteur. Allí empezaron los primeros partos, ya que primero observaban y después se autorizaba a hacerlos. En el último año se trabajaba en el Hospital Pereira Rossell y en la Facultad, haciendo guardia de veinticuatro horas.

“Ahí era muy fecundo el trabajo, ya que es el lugar donde nacen más niños en el Uruguay. En la época que estudiábamos hacíamos hasta diez partos por noche. Actualmente me han informado que nacen hasta veinticuatro bebés por noche”, destacó.

Confiesa tener gratos recuerdos de su profesión, ya que la tarea de la partera es rodear a la mujer. “Principalmente a la que nunca había tenido hijos, ayudarlas en ese momento tan sublime de la maternidad, donde la mujer en ese momento se siente crecer en amor, en prodigarse a la tarea de atender a sus hijos. Es un momento verdaderamente sublime la maternidad” se emociona.

Por 1947 regresó a Durazno donde Conoció a Aldo Dalto y se casaron en 1951 y en 1953 nació Oscarito.

A domicilio.

Recuerda que cuando llegó a Durazno hacía los partos a domicilio y en el Hospital. Cuando se casó, residía en Petrona Tuboras, donde destinó una habitación de su casa para embarazadas. Después de cuatro años, decidieron comprar una casa de dos plantas, que la adecuaron para residencia arriba y abajo destinada a las pacientes.

Esta para María, tenía la ventaja que no tenía que andar corriendo de un lado a otro y como ella misma decía “las enfermas estaban más acompañadas conmigo, representando una ventaja para todos”.

Eso determinó que paulatinamente comenzará a acrecentarse el número de pacientes, ya que el hospital sólo contaba con dos salas y a veces se ocupaban con gente que había que aislarla por diferentes razones.

Doña María sabía que lo mejor era preparar a las mujeres para el parto. Por eso, cuando se puso en práctica del parto sin dolor, fue a Montevideo a realizar un curso que después no dudaba en calificar como fundamental ya que las madres preparadas para el parto tienen un comportamiento distinto. Ellas tienen la ventaja de tener un mejor parto y las persona que la atiende puede conducir ese parto de otra manera.

Les hacía hacer la gimnasia para el parto y las preparaba sicológicamente.

En nuestra ciudad hubo y hay destacadas profesionales, que han desarrollado una eficiente labor y se han destacado en la profesión. María Aldao está de cualquier manera, ligada a generaciones enteras que le recuerdan con cariño. En esa memoria casi colectiva, también su mamá, Doña Rosaura, que le ayudaba siempre en la atención, indispensable antes, durante y después del parto.

El 12 de octubre, a los 98 años, la descubrimos allí, sentada frente al centro coordinador del desfile del bicentenario. “Quiero ver a Padrón y al Presidente” nos dijo. “Me iba a poner otra ropa, pero se me hizo tarde y quería estar en el desfile, por lo cual me vine así nomás” nos decía entonces María Aldao, la duraznense que trajo cientos de lugareños al mundo, en su condición de partera.

Su presencia no pasó desapercibida. El propio presidente de la República, el Intendente y el Historiador Oscar Padrón, tuvieron unos instantes junto a ella, en un saludo muy emocionante  con una mujer tan querida.

“Ayudar a nacer es ser testigo de un milagro”.