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Foto de W.Alejandro Leal

Poema dedicado a Durazno, de Eduardo Moreno Tórtola, poeta, payador y periodista nacido en Durazno que vivió muchos años en San Josè.

En el 1er. Festival de Durazno, integró el Jurado junto a Aramis Arellano con quien payó en contrapunto en una de las jornadas.

Tras un problema complicado de salud que le obligó a dejar sus actividades en Panamá, regresó a Uruguay  estando radicado en la Ciudad de Santa Lucía donde falleció en el 2020 a los 78 años de edad.

Cuando imaginario vuelo

inicia la fantasía,

sobre la melancolía

incurable y gris del cielo,

suele visitar mi anhelo

antiguas reminiscencias,

y recopilando ausencias

siento más cerca el solar,

primitivo y titular

sin émulos ni suplencias.

La patria es la tierra entera,

continente y universo.

Universal es el verso

como la terráquea esfera.

Sólo impone una frontera

instintiva el sentimiento,

erigiendo un monumento

que guarda –como un vigía—

la emotiva geografía

del lugar de nacimiento.

Cual la alfombra voladora

de cuentos persas o hindúes,

me acerca sauces y ombúes,

llano y sierra, fauna y flora;

al Yí viajero de otrora,

a mis ansias juveniles,

a los ímpetus febriles

que maduró la Guayreña,

y a la quietud ribereña

del Puerto de los Barriles.

Al azul Yí, en cuya orilla

agreste y primaveral,

una estela inaugural

fijó Delgado y Melilla.

Plaza Artigas, la Amarilla,

rumbo a las coplas fluviales

que canta el Yí, entre sauzales,

y que copió su caudal

en la guitarra oriental

de Telémaco Morales.

Te recuerdo, tierra mía

porque en mi niñez inquieta

soñaba con ser poeta

para cantarte algún dia.

Bajo tu amparo y tu guia

nacieron los versos míos,

en el sol de los estíos

que sangra tus horizontes,

en el verdor de tus montes

y en el azul de tus ríos.

Jamás he aspirado a tanto.

Nunca fui lingote de oro,

para que aplaudan a coro

los destellos de mi canto.

A Durazno nombro, en cuanto

lugar me dispensa abrigo.

No niego a extraño o amigo

dónde se inició mi vida,

y, aunque a ocasiones me olvida,

Durazno viaja conmigo.

¡Qué hermoso es vivir su calma!.

Decir ¡Cómo el mío, ninguno!,

llevando el pago con uno

en la geografía del alma.

Aunque un elogio, una palma,

gratifiquen mi carrera,

no hay emoción más sincera

que algún retorno imprevisto

a ese solar donde he visto

el mundo por vez primera.

Son tus prados, verdes tules,

y mi pago el propio pago,

de Reyles y De Santiago,

Silva Valdez y Regules.

Bajo tus cielos azules

viboreando como un lazo,

cuando el sol marcha al ocaso

muestra el Yí límpidos cauces,

y en reverencia los sauces

se inclinan ante su paso.

Durazno, cuando consuelo

ya no encuentre a mi penar,

si hay Dios le voy a rogar

que oriente un último vuelo,

hacia ese bendito suelo

–el de mi primer halago—

y en tanto el destino aciago

apague mi última estrella,

junto a mi madre, con ella,

quiero morir en mi pago.

Eduardo Moreno Tórtora.