Cuerpo, mente y alma, en un lenguaje, sin palabras; forma de expresión, espejo de uno mismo. A pesar de todas sus reglas y límites, la mayoría de los bailarines describe a la danza como la libertad. Por musicalidad y sentimiento, algunos la comparan con la poesía; otros creen que el movimiento es maravillosamente mudo, como leer. Todos, sin excepción (intérpretes, coreógrafos, maestros, directores y el público que completa esta comunidad dinámica) celebran este arte hoy, que es el Día Internacional de la Danza.

La fecha, elegida por la Unesco hace casi cuatro décadas, motiva que la tarde duraznense en Plaza Independencia, se colmara de gente de todas las edades.

Conjuntos de Danzas locales se presentaron con danzas de distintas procedencia y no faltó que algún espectador se sumara a bailar.

Al decir de Julio Bocca «La danza es un arte que une y enseña a descubrir y moldear nuestro sentidos y el cuerpo»; a él, que fue tan grande, la danza le enseñó de chico a descubrir quién era.

Ha existido en todas las épocas, en las diferentes culturas. Cambia, evoluciona, cuenta momentos, situaciones, vidas. Es parte del ser humano

La de hoy, ha sido una  buena excusa para reunir a todos los géneros y a las distintas generaciones. El Día de la Danza invita a reflexionar y pensarse.

En esta época en la que la conectividad ha adquirido nuevos significados, la danza sigue siendo la acción más buscada para ayudarnos a restablecer esa conexión perdida. La danza nos devuelve a nuestras raíces, en el sentido cultural, pero también en el sentido sensorial, personal e individual más inmediato, hasta el núcleo y el corazón