Ahí viene el carro
Desenterrando recuerdos de Momo
AHÍ VIENE EL CARRO!
Por Carlos Fariello
El colorido carro daba vuelta la esquina de Oribe y 18 de Julio y entraba en aquella parte del recorrido del corso donde la presencia de público era, se puede decir, multitudinaria.
El carnaval tiene eso curioso de que hay gente que pareciera que solo sale a la calle para las carnestolendas, después no se ven más.
Además del carro con las reinas de la ocasión otros muchos vehículos preparados iban detrás e intercalados entre ellos los conjuntos y decenas, hasta cientos, de mascaritos.
Y en como en una fantasmal procesión van apareciendo los de antes, el Indio y Pomada Cor, el Gordo Maciel, Elcirio Silva, y más acá el Quito y el Rolo con La Mamadera, y Tucho, también el Gordo Meneses y Cololo Rojas, el Gallo y sus tamboriles, el Pelado Trucido y su troupe, Nadita Barreiro y su disfraz de sota de bastos, Romaniz y el Nene Pallares y tantos más que siguen desfilando por la memoria de cada lector.
Volviendo a los carros alegóricos, tradición que nos vino de Europa seguramente, marcaron toda esa época de esplendor de las fiestas de Momo en el siglo pasado.
Durazno no estuvo ajena a esa moda y tuvo muchos creativos constructores de carruajes con originales y coloridos temas y personajes.
Grandes figurones de madera y alambre recubiertos de varias capas de papel y engrudo y luego pintados con brillantes esmaltes nos recordaban historias de míticos gigantes que jamás vimos y con los cuales casualmente compartíamos las noches de los desfiles.
También toda esta iconografía plástica carnavalera la encontrábamos en los tablados de barrio donde otra fiesta, más familiar y austera, se vivía en torno a estos verdaderos teatros populares.
Mirando el presente uno se plantea, si habrá para recrear aquellos carros alegóricos con los materiales modernos y las nuevas tecnologías, pero además de recursos económicos faltan las motivaciones y las ganas, y también el pienso.
* Foto de Walter Andrés Martinez.