Día del alambrador.
Desde hace cientos de años hay hombres que le cosen las heridas abiertas a los campos.
Con la piel llagada por el sol o por la voracidad del frío, trazan geometrías en el suelo, en el monte, en la sierra o en el llano. Y mientras enhebran hilos de metal, tejen también su propia historia.
Feliz día a los alambradores del mundo, pero en especial a los de nuestro Uruguay que día a día se levantan temprano para comenzar un día muy duro de trabajo, para llevar algo a su mesa.
Alambrador | Mario Pino
Usted me habla de las cosas
computadas de su pueblo,
¡qué va a hablarme de una pala,
de un pisón mucho menos!
¡Qué sabe de barreñar,
de plantar un portonero;
de engrampar una varilla,
de calzar un puntalero!
Y si se corta un alambre
y te da un chirlo en los dedos…
Yo todo eso lo he pasao
y duele màs en invierno…
Si habré rumbiao pa la linea
con el taladro en el cuello,
la tenaza, california,
y un palo cortao pa’ «muerto».
Y en el mango de una pala
colgar un tarro con cebo,
y al llegar al mediodìa
pa’la hora del almuerzo;
una varilla quebrada
que traigo para hacer fuego,
y mi perro en la ranchada
esperando mi regreso.
Las conversaciones son:
-«que a la bandera del medio
hay que hecharla a la derecha
porque la ha torcido el viento».
Y mientras uno ceba mate,
otro prepara un puchero;
baja la carne del gancho
y la revisa primero…
porque siempre la queresa
está en contra del hueso,
y haciendo broma pregunta:
-«¿sopa de arroz o fideos?».
Por eso quiero que sepa
usted, querido pueblero,
que los cayos de las manos
y las grietas de los dedos,
son del mango del pisón
y del frío del invierno.
Y el dolor de la cintura
es de hoyar días enteros,
y cuando llega la noche
da vuelta en su pensamiento:
su esposa, que allá en el rancho
lo espera con su borrego.