Este era el shopping de la época para muchos.

Se compraba desde ropas, telas, calzados como las alpargatas «rueda luna», mercaderías, remedios, tabaco para mascar, tabaco picado y papelillo para armar el cigarrillo, kerosene para el candil o para la heladera, gas oil, nafta, cartuchos, pólvora, juguetes, herramientas de trabajo, fuentones de lata o «latones» como se les decía, etc.
El fideo y el azúcar se envolvían.
La carne iba atada con hilos si uno no llevaba bolsa.
La bolsa para ir a comprar era de la tela de las semillas de algodón, blanqueadas al sol, después de un buen lavado por las amas de casa. O también de telas viejas cocidas a máquina para que sean resistentes al peso.
Habían créditos a largo plazo y no te pedían un garante o facturas de servicio o recibos de sueldo. Todo era a «confianza».
El fiado se anotaba en una libreta y se pagaba en la próxima cosecha, en el caso de los peones rurales o agricultores o ganaderos.
Casi siempre estaban en una esquina, aprovechando de ese modo el frente a dos calles, y eso le hizo ganar denominación alternativa de «andá a comprar en el boliche de la esquina”.
Propongo que escriban lo que recuerdan de ir a comprar en estos Almacenes de Ramos Generales. Quiénes atendían el negocio o hasta qué hora estaban abiertos.
Así, junto a los de mi generación los leemos y vamos conociendo parte de nuestra rica historia.
Me contaron que cuando un almacén se construía, los albañiles ponían lo mejor de su estética, ya que éstos almacenes eran una carta de presentación del constructor. Y, como eran un lugar de encuentro para mucha gente, realmente fue todo un orgullo levantarlos.
¿Cuántos abuelos de ustedes habrán ido a hacer las compras en bicicletas como las de la foto?.
* Del muro de Fogón de los payadores.-