Por allí pasaba la vida del pueblo.
Por Carlos Fariello
Un almacén de aquellos llamados de “Ramos generales”, comunes a lo largo y ancho del país en el siglo pasado, eran verdaderas instituciones.
Integrados a las ciudades o compartiendo la soledad del paisaje en la campaña, los boliches eran un mundo interesante puertas adentro,
Además de dar cobijo al almacén y provisión, expendio de alimentos y bebidas, tienda, barbería, ferretería y venta de insumos para el agro, eran centro de la vida social de la población donde estaban insertos.
Lugar de reunión y de confraternización, de juegos de cartas y también de apuestas, en muchos lugares apartados receptoría de correspondencia, farmacia, banco, etc.
Era un micro planeta comercial por donde pasaba la vida del poblado y las noticias con lujos de detalles, tanto de hechos domésticos como de otros más trascendentes.
En algún momento también un receptor de radio atraía a todos por la novedad y por la posibilidad de conocer lo que estaba ocurriendo en el mundo.
Lugar de discusión de ideas y educación cívica, y además parada obligada de forasteros que llegaban de paso.
Los almacenes, junto con la iglesia y la escuela, eran centros que contribuían a la cultura de la convivencia.