“A los hombres se les puede dividir en dos categorías: los que hablan para decir algo, y los que dicen algo por hablar.
Si hubiese un contador del tiempo que perdemos en criticar a los demás, estaríamos condenados a un reloj lleno de lamentaciones.
Vivimos en un mundo de mirones donde muchas son las pupilas que escrutan, juzgan, critican y señalan. Un mundo de mirones que esconden una verborrea vacía y un discurso digno de corbata que en las dos primeras frases pierde la credibilidad que intuían las sílabas concordantes.
Vivimos sí, pero ¿de qué manera?
Me aterra en qué nos hemos convertido. Hagas lo que hagas siempre te buscarán el fallo y habrá detractores que tras sonrisas de algodón intenten tirar por la borda a golpe de «me gusta», el esfuerzo y tiempo dedicado en situaciones difíciles.