Así empìeza la historia.

Foto: Carlos Mauricio Delgado
El ídolo de un niño suele ser su padre, su madre, un otro familiar o un jugador de fútbol.
Sin saberlo, ese futbolista al que el pequeño admira, le hace soñar. Hace que sus aspiraciones vayan más allá del partido de hoy o de mañana. Le marca un camino a seguir.
Puede que no le demos importancia, y la tiene.
Los ídolos aportan todas estas cosas a los niños, como sucede con este pequeño que sentado sobre la pelota en pleno escenario de tantas conquistas rojas, vestido como aquellos, sueña con lo que vendrá.
Los niños pequeños sólo tienen un ídolo al que admiran a diario: sus padres. Para ellos sus padres son como superhéroes y no hay quien consiga vencerles. Pero después los niños comienzan a buscar otros ‘superhéroes’ lejos de su hogar.
¿Ese futbolista por el que quiere convertirte en goleador?
Seguramente en su inocencia ya está entendiendo la parte afectiva del deporte y se integra casi sin proponérselo, a la incuestionable razón de ser de Durazno y la roja del Yi.
* Foto: Carlos Mauricio Delgado