El miedo al peligro es diez mil veces más terrible que el propio peligro

MIEDO

El incremento de la criminalidad, la aparición de nuevas formas de delincuencia más violenta, la inseguridad en las calles, la impunidad del delito ha acrecentado la inconformidad de la sociedad hasta el punto de que el tema de la inseguridad pública delictiva es uno de los temas principales de debate social en todos los ámbitos.

El delito dejó de ser un “caso” para ser una “serie”, un dato ordinario de la realidad; el crimen dejó de ser lo que le pasó al otro, para pasar a ser lo que le puede pasar a todos.

Y entonces cunde el miedo y el miedo al peligro es diez mil veces más terrible que el propio peligro.

Hace unas horas informábamos de un hecho de destrozos en un local comercial por segunda vez ejecutado por la misma persona. Hora después, a solicitud expresa de las víctimas del mismo, lo bajamos de nuestras páginas. Causa: el miedo a las consecuencias.

Por más que estemos convencidos que nosotros los periodistas debemos contribuir informando como se debe, a la disminución y o aclaración de los hechos delictivos, hay un miedo cada vez más avanzado que nos obliga a ciertos silencios. Sin dejar de entender lo que pasa por cada persona que enfrenta este tipo de situaciones.

Se deben buscar soluciones efectivas y sustentables

El fenómeno de la violencia y de la criminalidad es extremamente complejo y dinámico, exigiendo un abordaje integrado, multisectorial, que involucre a toda la sociedad en la búsqueda de soluciones efectivas y sustentables. Intervenciones que accionan apenas las instituciones policiales o de justicia criminal, de forma desarticulada, las cuales no ofrecen resultados durables, principalmente porque el campo de acción de estas instancias sobre las posibles causas del fenómeno es limitado.

El miedo al delito, a diferencia de la delincuencia real, afecta a un mayor número de ciudadanos y sus consecuencias son prevalentes y severas. Incluso hay quienes han subrayado que el miedo al delito puede ser un problema más severo que la propia delincuencia. El miedo al delito obliga a los individuos a cambiar sus estilos de vida. Aquellas personas especialmente temerosas del delito deciden refugiarse en sus hogares, protegiéndose con candados, cadenas, barras de seguridad y alarmas.

Algo hay que hacer.

Unos pocos no pueden mantener prisionera a toda la sociedad.

*Frase del título: Daniel Defoe (1660-1731) Novelista y periodista inglés.