Mientras los himnos, las palabras, las flores y los aplausos rodeaban esta mañana el monumento al Gral.Artigas, un obrero solitario no  cesaba de trabajar.

Para él también el feriado era laborable, y con su pico acostumbrado a la tarea, moldeaba su nido, esa su casa, barro, paja, raíces y otras ramas unidas en una masa arcillosa,  esculpida con maestría, en un terreno realmente privilegiado: a los hombros del Prócer.

Este, erigido en bronce, el homenajeado del día, pareció dejar escapar una lágrima, al sentir trabajar al hornero, con la misma humildad  de los hombres para los cuales destinó sus mayores desvelos y luchó para ser mejores y a vivir dignamente.