Tras la reunión vía zoom  que efectuaron los Presidentes del Mercado Común del Sur, las palabras de Luis Lacalle Pou y la respuesta del Presidente argentino, varias han sido las declaraciones de dirigentes del país hermano y periodistas de diferentes medios. Entre tantos, nos permitimos reproducir lo escrito por el colega Carlos Mira, en el diario digital “The Post”.

Señor Presidente Lacalle Pou,

Hace 40 años Joan Manuel Serrat decía en Pueblo Blanco “Si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas y, atravesando lomas, dejar mi pueblo atrás, juro por lo que fui que me iría de aquí. Pero los muertos están en cautiverio y no los dejan salir del cementerio”.

Usted no está en cautiverio, señor Presidente. Y menos aún, en el cementerio.

Levante vuelo Presidente Lacalle. Libérese y libere, al mismo tiempo, al Uruguay de la atadura atávica del fracaso. Deje atrás esta unión con un fracasado, con un terco corrupto que, no conforme con tener cautivo a su propio pueblo, quiere condenar al cementerio a los demás.

No se arrepienta ni de una sola de las palabras que usó. En efecto: la Argentina, esta Argentina kirchnerista, totalitaria, gris, antigua y frustrada, es un lastre.

Es, como bien lo dijo usted, la pretensiosa administradora de un corset que mantiene atados a los demás a su propia antigüedad, a su propio encierro, a su propio aislamiento.

Usted y su pueblo no tienen ninguna obligación de rendirle pleitesía al señor feudal ni tampoco la necesidad de condenar a su gente al atraso pobre, a la escasez miserable, solo porque un proyecto bueno y ambicioso en su momento se ha convertido -por la obcecación de algunos- en una carga insoportable de reglamentaciones aislacionistas y enemigas del progreso.

Cómo las palomas de Serrat usted y su pueblo tienen ganas de volar… ¡Quién pudiera, Presidente Lacalle! ¡Qué afortunado es usted de no deberle obediencia a un conjunto de zánganos que está destruyendo la Argentina, o lo poco que va quedando de ella! ¡Qué enorme posibilidad tiene en sus manos! ¡Deje este pueblo atrás, Presidente Lacalle! ¡Atraviese las lomas del fracaso y salga del cautiverio colectivista, del resentimiento atávico, de la envidia que paraliza!

Usted, Presidente Lacalle, está frente a la posibilidad de emprender un vuelo hacia la libertad, un vuelo hacia el progreso, un vuelo hacia la integración mundial con naciones desarrolladas.

Usted está en el umbral de poder liberar a los uruguayos de una alianza maltrecha y arruinada. Usted puede ser el primer presidente de una era en la que Uruguay comience su incorporación a un mundo moderno, de confort para su pueblo, de libertades y de modernidad, de apertura y de asociaciones libres.

No tema dar un golpe sobre la mesa para decir “mi país no está dispuesto a convalidar los extravíos de un socio envuelto en épicas vacías y en revoluciones de  pacotilla… Uruguay es un país sensato y no será bajo mi presidencia que abandone la sensatez”.

Lo que Uruguay debe abandonar, señor Presidente, es la asociación con una roca obtusa e incomprensible que está llevando a la miseria a todo un país.

No deje, Presidente, que este virus penetre las fronteras uruguayas. Tome imaginariamente de la mano a cada uruguayo y levante el vuelo de su vida. Deje atrás el atavismo antiguo del fracaso socialista. Apunte alto hacia el sentido común. Escuche el reclamo de su gente que le pide libertad y soltura.

Rompa las ataduras coloniales que le han impedido a Latino America ser una tierra de progreso y realización.

Retome los sueños grandes de Alberdi, de Sarmiento y de Artigas y rompa este tablero de conveniencias para unos pocos y de miseria para todos.

No se deje amedrentar por un compadrito de barrio que ni siquiera tiene la dignidad de hacer valer el poder de su investidura frente a las presiones de quien detenta el poder real en la Argentina.

Usted puede, presidente Lacalle. Usted no le debe pleitesía a ninguna faraona del odio, ni a ninguna arquitecta del resentimiento.

Usted y el Uruguay son libres de elegir levantar un vuelo histórico y, de aquí a unos años, mirar con satisfacción cómo su inteligente decisión permitió independizar a su país de la escasez y de la miseria en la que lamentablemente habrán caído otros de modo casi irreversible.

Usted está a tiempo, Presidente Lacalle, de decir: “Hasta aquí llegó la paciencia de Uruguay; la paciencia con la insensatez, la paciencia con la terquedad, la paciencia con una furia inexplicada que no conduce más que a la infelicidad y a la bronca contra todo”.

Libere a Uruguay del lastre de la tristeza, de estar enojados siempre, de estar peleados con todo el mundo; libere a Uruguay de la envidia, del echarle la culpa siempre a otro; libere a Uruguay de las caras de culo, del sarcasmo, del amateurismo administrativo y de la corrupción rampante.

Confirme la tradición uruguaya del respeto educado, del civismo claro, de la tranquilidad de los espíritus.

Confíe en que el futuro, lejos de los rencorosos, de los guapos de barricada, de los socialistas con el dinero ajeno y de los capitalistas con el dinero robado a otros, será mejor que con la permanencia en una unión tóxica, contagiada por los efluvios malignos de un país que prefirió concentrarse en el caldo hirviente de la envidia antes que lanzarse a la inocente conquista del desarrollo.

Usted, presidente Lacalle, está a tiempo de levantar ese vuelo de palomas. Está a tiempo de atravesar lomas y dejar a los descerebrados atrás. Usted no está, como nosotros, bajo ningún cautiverio. Y menos aún su pueblo tiene la obligación de dirigirse a ningún cementerio.

Por Carlos Mira