Los corsos de los carnavales duraznenses siempre tuvieron una concurrencia extraordinaria de público, de todas las edades, con familias que se acomodaban tempranamente a lo largo del  recorrido y que esperaban con avidez la aparición del carro de la Reina y su séquito encabezando el desfile.

Este año no hubo actividad de carnaval y aunque disminuido notoriamente en los últimos tiempos, fue una ausencia dolorosa para sus principales actores, los que se pintan la cara, los que bailan al ritmo del tambor, los que disfrutan con disfraces de todo  tipo.

Pero al comenzar abril, nos deja para siempre Julio Valdez, que estimuló a su hijo, el que con su familia y un grupo de compañeros, recuperaron el carro donde el carnaval y las Llamadas mostraban sus reinas.

Artesanos empecinados en lograr un vehículo de categoría para transportar la belleza, la sonrisa y la simpatía de quienes eran elegidas para el reinado de las fiestas de Momo.

Sus manos y otras que se sumaron a la tarea, lograron magníficos carros alegóricos, para admiración de Durazno y otros departamentos que lo convocaron y sobre todo, para jerarquizar la fiesta popular por excelencia.

Seguramente su hijo, su familia, sus principales colaboradores, todos ellos aportarán ingenio cuando afloje la pandemia y el carnaval se adueñe de las noches duraznenses, pondrán a rodar otro carro.

Y será el recuerdo de Julio que ayudará en la construcción de las figuras, gigantes muñecos pintados con vivos colores que permitirán disimular su ausencia, en esa sensación de ilusión, de haber penetrado en una realidad mágica donde parece que todos los sueños se hacen realidad.

Desde el más allá aportando  su ingenio para construir un efímero y fantástico mundo.