“El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuando se detiene su influencia” Henry Adams.

Guillermo Adrián Llanes Bozzano, maestro rural con quien homenajeamos a todos los educadores.

Entre muchas reflexiones que, felizmente, se encuentra en Internet relacionadas con el maestro, encontramos esta que parte del propio educador en el “Día del Maestro”:

“Educamos convencidos que cada tiza que gastamos es una bala que no se dispara… que cada escuela que fundamos es una cárcel que no se construye; creo que todos comenzamos siendo el docente que hubiéramos deseado para nosotros, para intentar transformarnos en el que deseáramos para nuestros hijos.

Educamos convencidos que los logros de nuestros estudiantes son sus logros, y que sus fracasos son los nuestros; enseñamos convencidos que las grandes escuelas están donde los grandes maestros, no donde los grandes edificios, y que no hay futuro si no hay presente, y el presente son nuestros estudiantes.

Entre versos, verbos, números y letras, con polvo de tiza en las manos, en un guardapolvo blanco entre bancos de madera, nuestra casa, la escuela, va albergando nuestros pasos; allí no solo enseñamos, detectamos abuso, violencia, malnutrición, y ponemos nombres, rostros e historias a lo que para otros son solo números.

A veces, aún abrumados por la bur(r)ocracia, nuestro corazón busca y encuentra los modos de ayudar, lo que no están en los libros, la lección escolar se cambia por el consejo, y el amor por nuestros alumnos comienza a borrar prejuicios.

Pueden encontrarnos detrás de una pila de cuadernos, llegando a caballo a la escuela o cruzando en canoa algún río o durmiendo solitario en el medio del campo.

Hablando con las manos (Lengua de Señas) o leyendo con ellas (Braille), viviendo en el campo o dando clases al caer el sol cuando hace frío o en un saloncito perdido, la maestra se hace ‘madre’ y el maestro “amigo”.

Filas, timbres, salones; un dibujito en un papel de estraza con mucho cariño, vamos dejando huellas para que otros hagan caminos.

A casa Maestro, admiro al que va sembrando abecedarios, al que va recorriendo mil caminos, al que pronto olvida el sistema, pero siempre recuerdan los niños: ¡¡¡feliz día!!!”

Y de nuestra parte decimos gracias a cada hombre y a cada mujer que, con vocación, con ética, con responsabilidad y compromiso han cumplido su propósito como educadores y han asumido el reto de transformar la sociedad en medio de la adversidad.

Gracias por la huella indeleble que han dejado en los niños, en los adolescentes, en los universitarios.

Gracias por su creatividad e ingenio para impartir el conocimiento.

Gracias Maestro por su enorme paciencia y perseverancia. Gracias por su esfuerzo y dedicación por mi enseñanza. Gracias por todo lo que enseñó e inculcó. Gracias.