Hace años que ya no se escucha el crujido de la vieja maquinaria realizando las tareas de molienda, sonido que conocieron  y todavía recuerdan los mayores del lugar.

Mientras el otro Molino se puso a tono con el progreso y hoy es edificio de apartamentos y supermercado, el Molino Caorsi se quedó en silencio hace unos cuantos años y sus paredes comenzaron a sentir la soledad y el paso del tiempo.

Se le ha sacado gran parte del techo y una cinta amarilla que limita la zona inmediata, es un alerta por la peligrosidad de un derrumbe.

Desde lo alto, los silos otean su endeble estructura y permanecen estoicamente prendidos al paisaje lugareño.

Foto: Walter Andrés Martínez