Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidarse el difícil para quien tiene corazón.

Gran parte de su vida, Felicia María Hernández la pasó entre los viñedos, acompañando y colaborando con su esposo Gabino Martínez, quien con tres hermanos más, supieron tener una bodega que elaboraba vinos riquísimos.

La cosecha que significaba la vendimia, le encontraba siempre en la casa en la zona de Batoví, aunque seguramente, ese período de recolección y procesamiento de las uvas, fue solo un detalle. Las cosas del hogar y orientar a sus dos hijas, se mezclaron en ese proceso que une a la naturaleza con la mano del hombre.

El tiempo y sus circunstancias la trajeron a vivir a Durazno hace casi 30 años.

Y desde entonces vive en su casa, gastando el tiempo con sus condiciones de artesana. Sus manos logran cosas hermosas que suele regalar a sus amigos.

Pero quiso arrimar el paisaje lejano de sus inolvidables viñedos, y logró, con la calidad de Leonardo Aldama y Gabriela Agüero, dejar en la pared de su casa siempre de cara al sol, imágenes llenas de color, de uvas, árboles y varios elementos más que se asemejan a una postal del lugar de aquella parte de su vida.

“Fela” está segura de una cosa, que el pasado, pasado está, así que trata de recordarlo de la manera más fiel posible.

Desde el sábado último, contemplará con orgullo muchas veces la obra terminada, le sobrarán palabras para explicar a quienes le pregunten sobre lo pintado por Leo y Gabriela, y en cada encuentro con sus hijas y nietos, coincidirán que “La memoria está siempre a las órdenes del corazón”.

 

Frase del título: Gabriel García Márquez