El sonido particular de la lluvia que cae, a veces ruidoso e hipnótico, por ratos evocador e íntimo, tiene la peculiaridad de abrir las ventanas de nuestra alma, de llevarse lo trivial, de silenciar la conversación interior en tanto que nos aísla y nos hace ver hacia dentro.

De forma irremediable nos trae recuerdos de una infancia más feliz, de amores perdidos, de sueños rotos.

La lluvia trastoca nuestros planes y obliga a replantearlos. Cambia el menú de la casa y la ropa del día. Nos atempera el carácter y nos abre los ojos. Nos hace ver otras realidades, como lo afortunados que somos cuando podemos llegar secos a la puerta de nuestros trabajos cuando hay tantos otros, miles, que no pueden esgrimir ninguna excusa y, bajo agua, esperan por su transporte intentando proteger lo que llevan encima y poniendo al mal tiempo la mejor cara posible.

La lluvia nos hace darnos cuenta de las cosas que damos por hecho y casi nunca agradecemos: del sol, que cuando sale, sale para todos; la ropa seca o un buen techo sin goteras. Que tenemos un colchón limpio y dónde dormir sin miedo a que se meta el río o la cañada crezca y se lo lleve todo.

¡Tantas bendiciones que damos por sentadas hasta que llega la lluvia, nos golpea y nos desnuda!

La tierra agradece cuando lloran las nubes y responde con sus mejores frutos.

La lluvia en los campos siempre es señal de que algo bueno está por venir. Debajo del lodo hay una tierra mojada esperando la semilla que garantizará la próxima cosecha

La lluvia me invita a soñar, a pensar en ese Dios creador de todo que quizás llora por lo que estamos haciendo los hombres, por las guerras inútiles, por los crímenes impunes, por la corrupción galopante a todos los niveles, por las injusticias como ley de vida, por aquellos que siembran el miedo, por los tantos egoísmos que sumergen a la gran mayoría en una pobreza vergonzosa.

Decía Joshep Wirthlin, líder religioso estadounidense: “A veces debemos expresar nuestra gratitud por las cosas pequeñas y simples como el olor de la lluvia, el sabor de la comida favorita o el sonido de la voz de un ser querido”.