Por el Lic.Oscar Padrón Favre
Cuando cada día el sol naciente iba descubriendo las orillas del Yí, envuelto en la característica “nieblita” que inmortalizó Hudson, aparecía un verdadero rosario de mujeres ya inclinadas sobre las aguas iniciando su sacrificada tarea de lavanderas. La denominada, Picada de las Piedras junto al puerto de los Barriles era el sitio donde se concentraba la mayoría de ellas. Mientras alguna encendía el fuego para preparar el mate y para comenzar despacio a elaborar el almuerzo, las otras, cada una en “su” piedra, golpeaban la ropa con la palmeta y las orillas del río se iban cubriendo con el manto blanco del jabón.
Conversaban mucho – “nuestra boca era un pororó – me contaba una de ellas, Sandalia Viana, por 1995. También cantaban valses, milongas y tangos viejos. Algunas sobresalían por su especial voz. Era el caso de la joven Isabel y su madre, que todos los días transitaban con el atado de ropa a lavar desde su vivienda cercana hasta la Picada.
En las primeras décadas del siglo XX muchas familias de la ciudad comenzaron a emigrar hacia Montevideo y era costumbre que llevaran como personal de servicio alguna joven de escasos recursos, casi siempre ya vinculada de antes con la familia. Un día le tocó a Isabel emigrar hacia la capital. Ya lo habían hecho otras mujeres de su familia y después hermanas menores también siguieron sus pasos.
En algún momento Isabel regresó a su ciudad de Durazno y tiempo después, cuando la primavera de 1924 nacía, en su domicilio de la calle Ituzaingó llegó al mundo su hija Lida Melba Benavídez Tabarez. No pasó mucho para que Isabel y su hija pequeña regresaran a Montevideo, pasando a vivir en un conventillo de la calle Durazno.
Los años transcurrieron y la cadena de lavanderas cantoras del Yí floreció en la maravillosa voz de aquella hija de Isabel, a quien el gran Alberto Mastra bautizó “Lágrima”. Desarrolló entonces una excepcional carrera musical junto a un fuerte compromiso por la reivindicación de la población afrodescendiente y los sectores más humildes. Admirada por su inconfundible voz, por su seriedad interpretativa y su agudo oído, también lo fue por su especial calidez humana y su estilo impecable siempre en el decir, parecer y hacer.
Su vida fue difícil, con grandes desafíos, pero no había en su serena y profunda voz nunca ecos de resentimientos o cuentas viejas, todo lo contrario.
Tuvimos la satisfacción de estar y conversar con ella – y con su inseparable compañero Paco Gude, que falleció hace un año – en varias oportunidades, tanto en su domicilio en Montevideo como en los varios viajes que realizaron a Durazno. La primera vez fue cuando la Intendencia, en 1994, decidió declarar Hijos Dilectos de Durazno tanto a Lágrima como al “Potrillo” Zagnoli.
El acto fue organizado por la Intendencia, presidida entonces por el Esc. Sarandí Juambeltz, junto con el Grupo Amigos del Tango y el Club Centro Unión, realizándose el 23 de octubre de ese año. Lágrima hacía poco que había cumplido sus siete décadas de vida.  Dos imágenes que acompañan este texto son de ese momento.
A partir de entonces se abrió una especie de reencuentro de Lágrima con su Durazno natal. Sus presentaciones artísticas se hicieron frecuentes. Especialmente recordadas fueron sus actuaciones en los años 1996 y 1997 cuando Durazno fue sede de dos ediciones de la Cumbre Mundial del Tango. También acompañó el acto inaugural del Monumento a las Llamadas del Interior y en años sucesivos recibió otros reconocimientos de su tierra, tanto públicos como privados.
En 1997 decía: “Nací en Durazno, una ciudad del interior al lado del río Yí. Mi abuela y mi madre eran lavanderas y se la pasaban cantando todo el día al lado de ese río”. Tenía conciencia que su voz venía de lejos…
Cada regreso a Durazno, nos consta, la emocionaba mucho y pedía para visitar la antigua Picada de las Piedras. Lo mismo hizo Paco, cuando hace pocos años nos solicitó que lo acompañáramos en la última visita que quiso realizar a la tierra y los lugares más cercanos a su inolvidable compañera. Vertió lágrimas por Lágrima varias veces.
Al iniciarse el año 2000 ella regresó para participar de los festejos que se realizaron en la ciudad para recibir el Nuevo Milenio. Cuando retornó a Montevideo, en carta de agradecimiento dirigida al Intendente de entonces, el Ing. Agrim. Luis H. Apolo, expresó: “Fue emocionante para mí comenzar este año tan particular por diversos motivos, en el lugar donde llegué al mundo. Recorrer el Puerto de los Barriles, volver a las orillas del Yí, imaginar ver a mamá Isabel lavando y acompañando esa digna tarea cantando con su muy juvenil y hermosa voz, y con lágrimas en los ojos contemplar las piedras donde extendían la ropa increíblemente blancas. Para siempre quedará entre mis mejores recuerdos. Igual que el reencuentro con mis familiares”.
Esta Señora del Tango, del Candombe y de la Vida partió en la Navidad del 2006, un día por demás significativo, en armonía con su enorme calidad humana.