Tras andar el río durante días, llevando en su cuerpo de añejas maderas a pescadores que, remando, remando, buscan el mejor puerto, para tirarle a las tarariras y bagres.

Tras una semana donde, sin proponérselo, fue la niña bonita del campamento, vuelve a posarse en las  orillas.

Allí, descansa con su cuerpo recostado a la arena y  los pies hundidos en el agua.

Hasta cuándo? No se Sabe, ni le preocupa,  porque al final, su destino es el río.

 

Fotografía: Andrea Medero