Cada buena acción debe emprenderse con sencillez y discreción, sin pregonarlo ni esperando felicitaciones, porque la generosidad no necesita recompensa; se paga a sí misma. Esa seguramente debe haber sido en los fundadores hace 39 años y en los dirigentes de hoy, la premisa fundamental a la hora de crear una institución tan importante como ADID.

Bastaría solo unos segundos tras ingresar a la sede de la Asociación de Impedidos Duraznenses, para comprobar esa virtud que forma parte importante de la naturaleza humana.

La inclinación a la ayuda solidaria es innata en el ser humano. Pero ¿qué está pasando con ella? Algunas personas, a veces de manera inconsciente, colocan la comodidad, el dinero y la imagen como los valores supremos dentro de las virtudes que todo ciudadano moderno debe tener.

Olvidan esa capacidad dentro del corazón que nos despierta la necesidad de ayudar a los demás, de entregar parte de nuestro tiempo a causas nobles, de desprendernos de algunas cosas que atesoramos.

No debe ser esta época nuestra, la que exalte como valores supremos la comodidad, el éxito personal y la riqueza material.

Debe, sin exclusión, abogar por fomentar la generosidad, la ayuda desinteresada y convertirla en un proceso multiplicador.

La generosidad es dar y darse sin esperar nada a cambio.

ADID existe porque siempre se encontró gente dispuesta a trabajar por un sector tan especial de nuestra sociedad que realmente necesita de apoyo de todos.

Pasando por diferentes periodos, de bonanza o de complicaciones, ese grupo humano se ha mantenido estoicamente, muchas veces ignorados, pero convencidos de lo que buscan y logran cada día.

En esta fecha tan especial cuando ADID está cumpliendo este 3 de julio 39 años, llegue nuestro mensaje de aliento a la tarea cotidiana de mujeres y hombres por mantenerla viva y con ello, ayudar con eficacia a quienes realmente lo necesitan.

“Uno de los secretos profundos de la vida es que lo único que merece la pena hacer es lo que hacemos por los demás”.