Durazno ha estado en las tapas de los diarios y en los noticieros por varios hechos de violencia que se han registrado en los últimos 15 días. Era inevitable. Se suponía que tarde o temprano esta zona del Uruguay se iría sumando a otras que padecen ese flagelo desde hace tiempo.

La violencia que hoy exhibe el medio social es un fenómeno inherente a sociedades injustas; y para que desaparezca la violencia deben desaparecer las causas que la motivan.

La criminalidad, las drogas ilegales y la corrupción están vigentes en nuestro medio social porque el sistema que padecemos es propicio para que surjan esos vicios sociales. Las lacras que se desarrollan en el país no son obra de la providencia, mandato divino, etéreo o sobrehumano; su caldo de cultivo está aquí, es terrenal, es cuestión del sistema que, por sus contradicciones internas, es propicio a generar crimen, drogadicción, depravación, descarrío y perversión en toda la línea. Un orden social injusto no impulsa virtudes, honestidad o moderación, sino enviciados, tachados sociales, desenfrenados y resabiosos. Las acciones despreciables han de estar a la orden del día en sociedades en las cuales se acepta como normal la injusticia, la arbitrariedad y la depravación. El crimen, el sicariato, el tráfico de estupefaciente  y otros hechos criminales están presentes en el país porque el sistema bajo el cual estamos viviendo resulta adecuado a su existencia. No bastan programas, represión y disposiciones legales para eliminar la criminalidad; se requieren medidas de fondo, no de forma. Los fenómenos nocivos en la sociedad son sistémicos, no coyunturales ni mucho menos hijos de las circunstancias.

Si cambian las condiciones de vida materiales y espirituales de lo que en verdad se llama pueblo, de seguro se modifica el comportamiento delincuencial de muchos de nuestros conciudadanos. La desigualdad genera descontento, la pobreza indignación y la miseria delitos desbordados.

Educar

Dada la espiral de violencia en la que se ve inmersa la sociedad, además de las medidas penales ajustadas y proporcionadas a cada tipo de hecho, se nos presenta como pieza clave del cambio que es preciso introducir desde la base, el fomento de la “educación contra las diversas manifestaciones de la violencia”. Porque la educación es la piedra angular que debe presidir toda orientación basada en el cambio de las conductas de una sociedad, por cuanto son las políticas educativas las que deben ponerse de manifiesto cuando los valores se pierden en una sociedad. Y cuando el rumbo de los acontecimientos nos lleva a caminos de preocupación, no solo debe actuar el Derecho Penal con la sanción y la reeducación dentro o fuera de la prisión, dependiendo de la gravedad del caso, sino, también, la educación desde la base, a fin de introducir unas directrices adecuadas que traslade enseñanzas basadas en el respeto a los demás, la igualdad y la educación.

Parece que estamos en una especie de “caída libre”. No estamos entonces en un momento como para perder el tiempo. Ni mucho menos.

Y a las víctimas no se lo podemos hacer perder.