Relojero y poeta.
Horacio Giordano fue un duraznense de oficio relojero que, además, creó poesías hermosas que integran con destaque el cancionero lugareño, entre ellas, “La dama del canasto” y “Flor de Camalote”.
Este último tema, fueron éxito en la voz de Pedro Larrique, Los Hermanos Santini y Los Vidalín.
Vecino nuestro en la calle Washington, en los últimos años de su vida, compartimos sus anécdotas y tuvimos el honor de leer primero sus últimos versos.
Carlos Fariello nos acerca este recuerdo que le pinta de cuerpo entero.
Humor de relojero.
En 18 de Julio y Santiago Vázquez estaba, mismo en la esquina, el taller de relojería de Giordano.
Pieza con puerta de dos hojas en la ochava y piso de madera.
Yacían sobre una mesa decenas de relojes despertadores a medio destripar.
En otra mesita escritorio iluminada por una lámpara estaban dispuestos los instrumentos para esa minuciosa tarea de operar sobre minúsculos mecanismos. Sobre un costado de la misma un sinnúmero de relojes de pulsera de ambos sexos esperando por sus dueños.
Detrás, en el mismo saloncito, una vieja heladera Ferrosmalt, fuera de funcionamiento, llena en su interior de relojes, probablemente dejados en abandono.
Según supimos después la heladera era de propiedad del Chivi.
Horacio era el relojero.
De tanto en tanto suspendía su labor, se paraba en la puerta del taller con su mate y su termo de forro de aluminio y aprovechaba para conversar siempre con alguno que se acercaba.
Un día llega un cliente apurado y nervioso pues su reloj no funcionaba.
“Se me cayó el reloj al suelo, Horacio “
Y éste le responde
– y lo levantaste enseguida?
Fotografía: Disman Anchieri