El invierno es una época de cambio y transformación, a medida que las hojas caen, los sueños se elevan.
Es invierno.
El invierno en Durazno
mezcla la niebla gris
con el oro de otoño
y el agua, casi helada,
se lleva calle abajo
cual bote a la deriva
a las hojas que flotan
con sus caras doradas.
Los vecinos se cruzan
casi sin saludarse,
sus cabezas perdidas
en buzos y bufandas
mientras el viento arquea
sus cuerpos levemente
y surge en las rendijas
de cerradas ventanas
el aroma a tomillo,
a comino y pimienta
esperando el destino
de algún plato caliente.
Cuando llega la tarde
el invierno en durazno
oculta temeroso
su cara despeinada
y hay un leño encendido
que ilumina la casa,
que cobija, calienta,
que hace tibio los sueños
y hace dormir pensando
¿Cómo estará mañana?
No importa si hace frío
si no hay niebla en el alma.
J.C.
Foto: Andrea Medero