Nació en un hogar donde la música siempre estaba presente, con su madre cantando en coros y su padre tocando el violín en conjuntos de tango. Influenciado por los programas de radio de la época, enfiló hacia el folklore.

 Cuando venía a estudiar a la Escuela Agraria de Durazno, mientras esperaba el micro que le llevara a la Escuela, compartía el mate y la música folclórica con quienes estábamos ya en la vieja Radio Durazno, con música y noticias.

Pablo Estramín conjugó más de dos décadas de dedicación a la música de manera profesional, con el compromiso a las causas que identificaba como propias.

Integró un cuarteto vocal llamado Tiempo Nuevo, cuando iba al Liceo Bauzá. Y precisamente con ese grupo fue elegido la mejor voz en el Festival de Durazno. En 1981 tuvo su debut discográfico, compartido con Juan José de Melo y el dúo Larbanois-Carrero. Su debut en solitario sería un año después, con un disco titulado a su nombre.

Con temas recordados y más de una docena de ediciones, se convirtió en un clásico de la canción uruguaya. «No soy un gran cantante, no es por ese lado que va lo mío», declaró una vez. Sin embargo caló hondo entre los uruguayos.

Su compromiso con las causas que identificaba como propias, políticas o sociales, era otra de sus características. Rara vez encaraba en su repertorio tópicos político-partidarios, y su personalidad superaba las barreras ideológicas.

A 12 años de su muerte, le recordamos con cariño y respeto. Sus canciones le mantienen vivo en el recuerdo.

El hombre y el artista fueron para quienes le conocimos, una misma cosa en calidad y excelencia.

Un grande.

J.C.