Y las calles están casi vacías, con barrios en silencio y con las casas que hace tiempo no tenían el calor de muchos integrantes de la familia compartiéndola. La circunstancia especial que vivimos, sirve para valorar lo que tenemos, lo que hemos vivido, el ayer y el hoy confundidos en uno solo.

Daiana Fagoaga Guanco, que vive y trabaja en Montevideo, es una duraznense que, como muchos  han retornado al pago mientras dure la situación sanitaria. Nos encantó lo que escribe hoy en su Facebook y que nos permitimos reproducir.

El barrio, mi barrio. Las calles que me vieron crecer, que me vieron cambiar. Ahora están un poco en silencio, pero siempre llenas de vida.

En estas calles aprendí a andar en patines, maneje mi bicicleta haciendo acrobacias y así terminaba, toda raspada. En las tormentas de verano, la calle me vio bailar y jugar bajo la lluvia, me vio hacer barquitos de papel que se los llevaba la corriente.

La cuadra me ha visto celebrar navidades y reír y llorar, me ha visto recibir un nuevo año y me ha visto salir saltando de alegría después de abrir los regalos debajo del árbol.

En mi barrio conocí a mi primer amiga de la vida, jugué a las escondidas, me trepé a los árboles, anduve en monopatín, comí mandarinas al sol, jugué a la pelota y hasta saqué a pasear a mis muñecas. Esta cuadra me vio volver amaneciendo después de haber bailado toda la noche, me vio con mis amigas, sola, y también me vio en compañía del amor.

Estas calles me vieron pasar de la túnica al uniforme del liceo, de ser esa niña que a veces se perdía en su mundo, a ser una adolescente que empezó a cuestionarse su alrededor, a ser la mujer que soy.

Estas calles me despidieron un día, y ya no las habite tan seguido, pero siempre me vieron volver.
Cuando pienso en mi barrio, me veo a mi, en una versión muchos años atrás, subida a mi bicicleta, dándole pedal a toda máquina y dejándome llevar en la bajada. Sintiendo el viento y el sol en la cara, riendo y soñando con la vida.
Mi barrio, con sus rincones llenos de memoria.
Dady