Nacemos para morir. La vida siempre tiene fecha de caducidad y el tiempo, su aliado más fiel, ratifica de forma inexorable esta realidad. Sin embargo, aunque todos hemos de morir, algunas muertes nos parecen más injustas, casi crueles. La muerte inesperada, la de los inocentes.

Por eso repercutió enormemente la muerte de Valentina, aún en aquellos que no la conocían. Por su juventud, por su lucha y por haber dado vida cuando la suya se le escapaba.

Su familia hoy en las redes sociales publicaron un mensaje que nos permitimos reproducir.

No fue suficiente.

No lo fue el tremendo esfuerzo que ese equipazo del CTI realizó día a día dejando el alma en la cancha.

Tampoco lo fue la llamarada de cientos de velas que se encendieron por ella cada día.

Tampoco lo fueron las enormidades de rezo y plegarias de todos los credos formando una oración gigantesca.

Tampoco las cadenas de tantas personas, algunas desconocidas, pero que por sobre todas las cosas AMAN LA VIDA, sumando las más diversas energías.

Ni los mil granitos de arena que formaron un areal inmenso que ella no pudo ver pero que seguramente Garito, su hijo, podrá pararse firme sobre él algún día.

Nada fue suficiente. Dios la quería con él. Tal vez necesitara algún ángel dinámico, positivo, sonriente y con todas esas cosas lindas que Valentina tenía.

No le pudimos ganar al bicho traicionero que nos daba un respiro y cuando nos confiábamos nos volvía a fajar.

Pero ella sí le ganó una importante:

Se apuró a parir su hijo prematuro para que el virus no lo fuera a dañar y para que nos quedara su legado y una razón enorme para seguir creyendo en Dios y en la vida.

A todos GRACIAS por estar.

Hay tanta gente pasando por momentos similares que habrá que seguir metiendo solidaridad, del lado que sea.

A nosotros también nos hará falta para que su pequeño salga adelante y para que tengamos la fuerza suficiente para seguir guapeando.

A todos un abrazo y mil gracias.

La familia de Valentina.