Por Carlos Fariello

Cómo no recordar los mandados al almacén, con las cosas a comprar anotadas en una esquelita, y la retribución de alguna moneda, o el sabido “con el vuelto te comprás un caramelo” sabiendo los mayores que el vuelto daba justo para uno y nada más

Hoy, los super han ido borrando ese folklore doméstico de las cosas sencillas pero queribles, aún a la distancia.

Los almacenes de barrio y las provisiones, los comercios por mayor que abastecían a los primeros. Los vendedores de frutas y verduras que traían desde Montevideo su mercadería, y otros que lo hacían de algunas quintas y chacras del borde de la ciudad.

Se me vienen varios nombres a la cabeza mezclados con imágenes y recuerdos

La provisión “Central” de Sebastián Mondino, en 18 de Julio y Herrera; el almacén de Anunciato Scaffo, por 18 de Julio y Manuel Oribe; lo de Celso e Ivón González, en 19 de Abril y República Española; el comercio de los Giordano, en otra esquina conocida 18 de Julio y Santiago Vázquez; la provisión “San Juan” de Washington González Buonomo, en Manuel Oribe casi Batlle, frente a la Plaza Independencai,  antes cuando yo era más chico lo de Graniello, luego Cataldi y Berrutti, en 18 de Julio y Zorrilla, entre otros.

En la esquina de 19 de Abril e Ituzaingó, la provisión y bar de Eusebio Carrera.

Los vendedores de frutas y verduras Bonfrisco, los hermanos Pirotto, Roberto “Tito” Troisi en el mercado de calle 19 de Abril y Tuboras, el mercadito de los Zeintunian.

Me detengo en la esquina del comercio de Graniello como se le seguía llamando cuando ya había cambiado de dueños, guiado mi recuerdo infantil, todavía intacto, por los aromas del café recién molido, o por los grandes bollones de vidrio repletos de caramelos, colocados, para nuestra tentación, muy cerca de la puerta de entrada.

Cuando llegaba la época de la Navidad detenerme en los productos importados y sus coloridos envases provenientes del Viejo Mundo, chocolates, panes dulces y budines, aceitunas, nueces y otros frutos secos y los espumantes.

Llegar hasta esa esquina era primero, un desafío cuando ya andaba solo por las calles y luego el deleite de recorrer con la mirada las estanterías, claro que sin comprar nada hasta que Berrutti te decía: “Va a llevar algo, chico?”

Historias de un Durazno que se fue pero que siguen colgadas en la memoria.

 

En las imágenes: la provisión de González Hnos., y el bar y provisión de Eusebio Carrera (fotografías de Fotos antiguas de Durazno y Disman Anchieri).